Los ojos de Demetrius se abrieron, y la luz del sol, colándose por la ventana le causó malestar, intentó enderezarse, pero sintió el dolor de cabeza. Sintió ese peso sobre su cuerpo, fue extraño, acostumbrado a dormir siempre solo, de pronto sintió compañía, miró alrededor, no estaba en su habitación, al ver a un lado por fin la encontró. Se sorprendió, luego sonrió, era una sonrisa traviesa, miró debajo de las sábanas, se quedó perplejo. «¿Qué hicimos? ¡Maldita suerte, no puedo recordarlo!», pensó esforzándose. Marina sintió su movimiento, y abrió los ojos, cuando encontró a esa mirada marrón que la veía con algo de malicia, intentó alejarse, con tan mala suerte que dio al suelo, lanzó un grito de dolor, y Demetrius quiso ayudarla, asustado porque no se hubiese hecho daño. Ella se levantó en un santiamén, pero se cubrió al ver su desnudez. Demetrius sonrió, mordiendo sus labios con sensualidad, mientras su mirada se daba un festín, ante su grácil figura. —¡Basta, deja de mirarm
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