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Todos los capítulos de En los brazos del CEO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo 31: Mil mentiras piadosas
Demetrius no podía dormir, estaba en su cama recostado, cuando un recuerdo vino a su mente, fue el de esa noche, trataba de recordarlo, nunca lo conseguía por completo. «Aquella habitación estaba oscurecida, él se acercó, su mirada estaba llena de lujuria, no sabía quien era esa mujer, pues llevaba un antifaz rojo, pero le quedaba claro que era hermosa. Sus manos estrecharon su cintura, sus labios la besaron, él quiso quitar su antifaz, ella lo impidió. Ella se alejó, pero estaba tan tentado, que no pudo evitar ir por ella, se convirtió en lo que más deseaba, y no la dejaría escapar sin haberla tenido, sus feroces manos la tomaron, la llevaron a la cama, la besó, cayó en sus brazos, sus caricias fueron tenaces, hasta hacerla suya. Recordó su rostro, solo sus rasgos, pues no pudo verlo con claridad» —¿Marina? —exclamó volviendo a la realidad, su mente de pronto le indicó que era ella, esa mujer era la misma con la que hizo el amor hace cinco años. Estaba tan seguro, que salió de
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Capítulo 32: La mujer que juré odiar
Leonor corrió lejos de ahí, debía ver a Marina, contarle todo. Demetrius negó. —¡Rose, no haría eso, ni por todo mi odio! Nunca lastimaré a dos niñas inocentes, ni causaré tal dolor a una madre, no me extraña de ti, no tienes lealtad, ni amor por nadie. Demetrius se alejó de ella. La mujer le miró con rabia, todos sus intentos de reconquista eran vilmente frustrados. Leonor entró en la habitación y Marina se levantó de la cama, aún estaba vestida, adormilada, pero no pudo cerrar los ojos en toda la noche. —¡¿Dónde demonios estabas?! ¡He estado tan angustiada por ti, Leonor! —exclamó Marina —¡Olvídate de eso, un momento! Acabo de escuchar algo terrible. Marina la miró con duda —¿De qué hablas? —Demetrius Vicent, lo escuché hablando con una mujer, ella le decía que te quitará a las niñas, ¡Qué te acusará de ser una mala madre! ¡Las niñas irán a un orfanato si ese hombre cumple su amenaza! Marina sintió que la sangre se le helaba, negó, salió tan rápido que Leonor no pudo hacer
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Capítulo 33: ¡Era una trampa!
Marina terminó la jornada laboral, estaba por salir de la oficina, cuando Paúl Ardley se acercó a ella, llevando una rosa consigo. La mostró en su escritorio. —Hola, Marina, quiero pedirte una disculpa. Marina le miró con algo de desesperación y seriedad. —¿Por qué? —Te trate mal en el viaje a Palm Beach, como puedes ver, estaba acostumbrado a mujeres muy liberales, pero, tú me has abierto los ojos a ser un hombre respetuoso, y es por lo que quería disculparme, no volverá a suceder. Marina asintió. —Está bien, te acepto la disculpa. —¿Puedo invitarte a cenar? —exclamó —No, gracias, de nuevo no, tengo mis obligaciones con mis hijas, y no quiero salir a cenar con nadie. —Bueno, podemos llevarlas, adoro a las niñas. Marina volvió a negar. —Tal vez, un día confíes en mí, y aceptes. Marina solo sonrió y él se alejó, Elsa corrió a su lado. —¡Estás loca, Marina! ¡Es guapísimo! No pierdas esa oportunidad. Marina lanzó un suspiro, sonrió y tomó su cartera para irse. Demetrius te
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Capítulo 34: Ella es una sensación
Leonor empujó su cuerpo, alejándose de su alcance, Albert apenas sintió que se le escapaba, también sintió que ya le hacía falta de nuevo. —¿Qué cree que hace? ¿Quiere convertirme de nuevo en su amante? ¡Váyase al infierno! Ahora fuera de mi casa, o juro que lo pagará. Los ojos de Albert la miraron con tristeza. —Piensa lo que haces, Leonor, si estás embarazada, no puedes dejar a tu hijo sin su verdadera madre. Él dio la vuelta y ella corrió a cerrar la puerta, puso llave, se sentó al lado de la puerta, tocó su pecho, su corazón latía terrible, tocó sus labios, recordó ese beso, y creyó que todas sus emociones la estaban enloqueciendo. Las niñas comían frente a ellos, Marina apenas tocó la comida, mientras Demetrius la observaba, sin apetito. Luego de la cena, caminaron por el muelle. Las niñas jugaban alrededor, vigiladas por ellos. —No vuelvas a hacer esto. —¿A hacer qué? ¿Qué fue lo que hice? ¿Arruinar tu cita? —No era una cita. —No es lo que piensa Paúl, él me dijo clara
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Capítulo 35: Eres ambicioso, señor CEO
Rose entró al cuarto de baño, Marina tomó una toalla y limpió su rostro, se alegró de no haber llorado lo suficiente para que su rostro enrojeciera, fingió estarse refrescando. —¿Así que ya encontraste a un magnate para seducir? Me alegro, olvídate de Demetrius, nunca tendrás a un billonario como él, ¡Él es mío! Ya lo viste con tus propios ojos, me tomó solo un segundo hacer que vuelva a mí. Marina se miraba al espejo, pero su gesto se volvió colérico. —¿Y por qué me lo adviertes, mujer? Estás temblando de miedo, gritándome por lo que es tuyo, si fuera tuyo, no tendrías que hacerlo, ¿Tienes tanta duda de tu amado Demetrius? ¿Acaso él no te ama a ti? Ella levantó la mano, quería golpear su rostro, pero Marina la detuvo justo antes de que lo hiciera. —¡No te atrevas! No soportaré más tus humillaciones, si me tocas una vez, barreré el suelo contigo. Marina la empujó y Rose se sorprendió, luego salió de ahí. Marina caminó hasta volver con el señor Carpenter. —¿Lista para bailar? E
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Capítulo 36: Un te amo, casi no es suficiente
Marina sentía ese beso, hacía latir cada rincón de su cuerpo, toda ella respondía a él, temblando entre sus brazos. Siempre soñó como sería un beso con él, aunque la había besado antes, no se comparaba nada con este beso, era como si pudiera caminar a un paso del paraíso, pero él se tensó al recordar lo que hacía, detuvo el beso abrupto, recobrando la cordura. «¿Qué demonios estoy haciendo?», pensó Demetrius, luego su mirada se volvió rabiosa. —¿Esto es lo que esperabas? Ella le miró con desconcierto. —¿De qué hablas? Tú has venido hasta aquí persiguiéndome como un acosador, y me besaste, lo has hecho tú. —Ah, ¡Claro! Y tú como siempre, eres una pobre inocente, igual que antes, ¿No? Ella retrocedió un paso, lo miró impactada. —¿Nunca superarás el pasado? —¿Cómo puedo besarte sin pensar que eres la culpable de todas mis desgracias? —exclamó con ojos severos, ella pudo ver el rencor brillar en ellos—. Tú, arruinaste mi vida y la de mi madre, para siempre, y no hay forma en que p
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Capítulo 37: Por despecho
Los ojos de Demetrius se abrieron, y la luz del sol, colándose por la ventana le causó malestar, intentó enderezarse, pero sintió el dolor de cabeza. Sintió ese peso sobre su cuerpo, fue extraño, acostumbrado a dormir siempre solo, de pronto sintió compañía, miró alrededor, no estaba en su habitación, al ver a un lado por fin la encontró. Se sorprendió, luego sonrió, era una sonrisa traviesa, miró debajo de las sábanas, se quedó perplejo. «¿Qué hicimos? ¡Maldita suerte, no puedo recordarlo!», pensó esforzándose. Marina sintió su movimiento, y abrió los ojos, cuando encontró a esa mirada marrón que la veía con algo de malicia, intentó alejarse, con tan mala suerte que dio al suelo, lanzó un grito de dolor, y Demetrius quiso ayudarla, asustado porque no se hubiese hecho daño. Ella se levantó en un santiamén, pero se cubrió al ver su desnudez. Demetrius sonrió, mordiendo sus labios con sensualidad, mientras su mirada se daba un festín, ante su grácil figura. —¡Basta, deja de mirarm
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Capítulo 38: Ella es testigo
Marina soltó la mano de Demetrius, y sintió un dolor en su pecho al verlo subir al auto de la policía, él pudo mirarla, podía ver la angustia en sus ojos. Odió verla tan preocupada por él, lamentó que eso ocurriera ahora. Albert llegó. —¡Se lo llevaron, Albert! ¡Haz algo, no permitas que esté preso! ¡Es inocente! —exclamó Marina desesperada. Él asintió. —Tranquila, Marina, ya llamé al abogado, los empleados volverán a Miami, me quedaré aquí hasta la liberación de Demetrius, debes ir con ellos. —¡Nunca! No me iré de aquí, sin Demetrius —aseveró Albert supo que hablaba muy en serio y que Demetrius le interesaba más de lo que estaba dispuesta a admitir —Bien, vamos a la comisaría. Al llegar a la comisaria, ya estaba el abogado ahí, era uno de los mejores del país. —Ya estamos revisando todo, la mujer en cuestión dice que fue abusada sexualmente en la habitación del hotel, cerca de las ocho y quince de la noche, estamos pidiendo las cámaras de vigilancia del pasillo, para revisar
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Capítulo 39: Enfermo de amor
—Intentaré comprar un vuelo —dijo Marina, Demetrius la miró sonriente. —Claro que no, tú vendrás conmigo en mi avión privado, luego de que fuiste mi salvadora, es lo mínimo que puedo hacer para pagarte. Ella sonrió, y asintió. —Solo quiero volver, las niñas me extrañan. —Seguro me extrañan más a mí. Ella lo miró sorprendida, pero sonrió. Durante el vuelo, Albert no apartó la mirada de ese par, se les veía tan unidos, veían una película, platicaban y comían juntos, felices, había algo que le decía que el amor estaba en el aire. «Ya perdimos al señor Vicent por Marina Hall, lo que no quiero ver es como se pondrá Alana cuando se entere de que su hijo está enamorado de la misma mujer que amó Finn», pensó. Albert recargó su cabeza en el respaldo, quería dormir, pero no pudo, pensó en ella. «Leonor… fui su primer hombre, y ahora, si está embarazada, tendremos algo que nos unirá por siempre, ¿Qué pasará con Anya? Solo es mi esposa porque era la mejor mujer que encontró mi tío, pero ¿
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Capítulo 40: Pelele enamorado
—¡Demetrius Vicent! ¡¿Qué haces?! —exclamó Alana al sentir esa fuerte mano deteniéndola.—¡He dicho que pares! No lastimarás a Marina.Alana lo miró incrédula, luego miró a la mujer con odio.—¡¿Qué es esto?!—Debo irme, Alana, lamento mucho molestarte.—¡Fuera de esta casa, mujerzuela!—¡Basta, madre! ¡No más! —sentenció DemetriusMarina tomó su cartera, salió tan rápido como pudo de ahí.Alana por fin se liberó del agarre, miró a Demetrius con ojos severos.—¡¿Qué demonios es esto?! ¿Qué hacía esa mujerzuela en tu habitación? ¿Por qué está aquí?—¡No la llames mujerzuela, por favor! Y luego, ella estaba aquí, por una buena razón, y es que, aunque te parezca ilógico me cuidó porque estaba enfermo.—¡¿Qué!? —exclamó casi como chillido, la mujer no podía creerlo—. ¡¿Acaso te escuchas, Demetrius?! ¡Esa mujer es la culpable de la muerte de tu hermano! ¿Cómo puedes decir que te cuidó? ¡¿Olvidas que la odias?!Demetrius alzó la barbilla.—La odié, pero ya no, ella no mató a mi hermano, lo d
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