52. Yo fui y siempre seré el amor de su vida,
Benjamin sintió como todo su cuerpo entró en tensión al ver a la rubia que, como siempre, se encontraba impecablemente vestida, viéndose totalmente fría e inalcanzable y que en esos momentos lo estaba viendo con una mezcla de decepción y coraje. Por alguna razón su mirada le molestó, ella no tenía derecho a mirarlo de aquella manera, él era un hombre libre, había sido ella quien se había ido dejándolo atrás. Por eso al escuchar sus palabras no pudo hacer más que apretar la quijada con fuerza antes de decir: —Tu y yo no tenemos nada de qué hablar, Megan. Las cosas están claras entre nosotros. —Lo están— contraatacó ella, el sarcasmo brillando en sus palabras y cuando vio la sonrisa perversa que esbozó, esa que antes conseguía ponerlo de rodillas, agregó: —Cuando me fui de aquí estabas decidido a casarte conmigo, me amabas, eso es algo que no se olvida en seis meses, por más que intentes reemplazarme. En ese instante pudo sentir como todo el cuerpo de la habladora a su lado se tensó
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