Merritt Downey tenía cuarenta años, había estado casado, con una chica enfermiza que no le había sobrevivido, ya hacía diez años que estaba soltero y habían muchas mujeres queriendo atraparlo, pero él era escurridizo y siempre decía; "ya llegará la mujer de mi vida."Era guapo, alto, de cuerpo atlético, tez blanca, ojos verdes profundos y astutos, labios, ligeramente sensuales y cínicos, cabello rubio; en definitiva era muy bien parecido.Con éste hombre pensaba reunirse Alfred Hawkins, quién estaba ya por llegar a la oficina de Merritt, así que éste, se reclinó en su cómodo sillón a esperar, sabía que era un hombre puntual y eso le gustaba, no habían pasado cinco minutos cuando su asistente anunció a su posible socio.Alfred pasó al amplio despacho y allí estaba un poderoso hombre de millones, un hombre de negocios, al entrar Merritt Downey, se puso de pie y extendió su bien cuidada mano.— Muy buenas tardes mi respetable caballero— fue el saludo de Merritt.— ¿Cómo está usted, mi
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