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Tigresa observando.

Pasaron los días y llegó el momento de la gran fecha donde Eleanor ya estaba lista para su entrada como toda una joven,lista, para ser presentada en la más alta sociedad, todo era algarabía en la casa; ésta poseía un elegante salón diseñado para celebraciones, que podía albergar cómodamente unas cuatrocientos personas, ya todo estaba decorado elegantemente para la ocasión, habían arreglos florales de exquisita decoración y buen gusto.

Cuándo ella se envolvió en su maravilloso y atrevido vestido, se veía espectacularmente bella, la esbeltez de su cuerpo era notable, el maquillaje era sencillo, resaltando la belleza de sus ojos, sus hermosos pómulos y sus sensuales labios; cuando sus padres la vieron ya para entrar en el gran salón quedaron gratamente sorprendidos, estaba sencillamente bellísima.

Empezaron a llegar los invitados, entre amigos de la familia y personalidades importantes, muy pronto el lugar estuvo lleno de personas ansiosas por dar la bienvenida en sociedad de la hermosa Eleanor Hawkins.

Alfred Hawkins estaba de anfitrión al igual que su esposa Alexia, recibiendo a cada invitado y dándole el honor que merecían al llegar, en eso estaban cuando lo vieron hacer su entrada, el gran Merritt Downey estaba avanzando hacia ellos con una enorme sonrisa.

Extendió su mano al mismo tiempo que saludaba a sus anfitriones diciendo:

— Muy buenas noches, mis distinguidos anfitriones— dijo al tiempo que estrechaba la mano de Alfred y a Alexia galante le besaba la mano de ella.

— Muy buenas noches Merritt, es un honor tenerte entre mis más distinguidos invitados— dijo halagador Alfred— siéntete a gusto; y lo acompañó hasta el interior del salón.

Ya era el momento de Eleanor; y su padre había hecho los arreglos para que a la hora de su salida fuese tan inolvidable como su entrada al salón, sonaron los efectos de sonidos y una voz anunció la entrada de la joven quien descendió con movimientos sinuosos, bajando por la escalera.

Los aplausos se escucharon con estruendo y un oh de admiración y asombro retumbó por el gran salón y es que la manera como Eleanor llevaba su vestido era espectacular; parecía un guante que se amoldaba a su cuerpo, hermosamente formado.

Empezó el gran baile y ella se movía por la pista como pez en el agua, no cabía duda, ella era la reina de esa noche y lo estaba disfrutando, sonreía con coquetería a todos, en especial a los especímenes masculinos.

Merritt estaba hipnotizado con la belleza de la chica, la seguía en cada movimiento, estaba fascinado ante la gracia de aquella joven, se acercó hasta ella y la siguió en sus movimientos al son del baile que ella ejecutaba.

Sus movimientos eran tan sensuales; y ella lo miraba tan provocativamente a los ojos que hizo que a él se le erizara la piel de todo su cuerpo, gotas de sudor perlaron su frente y comprendió que quería a esta chica en su vida, en su cama y en todo lo que emprendiera.

Ella se sintió deseada por aquel hombre y le gustó lo que vió en sus ojos, coquetamente lo sacó de la pista de baile, dejando que él la tomara por la cintura enlazando sus cuerpos en una danza provocativa; Merritt iba siguiendo el ritmo y al mismo tiempo, admirando el vaivén de las caderas de ella, al bailar.

Terminó la exposición de baile todos sus invitados estaban admirados de la belleza de Eleanor, todos los que quisieron participar entonces empezaron a disfrutar de la música al bailar.

Llegó la hora de hacer la presentación:

— Damas y caballeros,buenas noches— resonó la voz de Alfred al presentar a su hija.

— Ésta es mi hija Eleanor Hawkins— dijo señalando con orgullo hacía donde ella estaba.

Ella saludó y dijo:

— Soy Eleanor, bienvenidos todos a mi fiesta, por favor disfruten de todo lo que se ha preparado con mucho cariño para todos nosotros.

Todos quisieron acercarse y felicitar a la cumpleañera y ella cual reina los atendía atentamente. En ese momento se acercó su padre con Merritt Downey y ella fijó sus ojos extrañamente azules en él con curiosidad.

— Hija, te quiero presentar al señor Merritt Downey— dijo con ostentación Alfred.

Merritt, se inclinó y besó la mano enguantada de ella y dijo:

— Sé quién eres princesa, soy Merritt Downey, a tus pies siempre.

Ella le sonrió coqueta, y dijo:

— Hasta que te conozco Merritt, es un honor tenerte para mí, en esta noche maravillosa.

Lo invitó a disfrutar de todo lo presente, siguió con los otros invitados, no sin antes dirigir miradas a Merritt que harían poner de colores a cualquier persona, menos a Eleanor, ella sabía lo que quería y cuando encontraba su objetivo no descansaba hasta conseguir lo que se proponía.

Aparentemente, ella ya tenía un objetivo en mente y ya estaba buscando estrategias para alcanzar lo que se había propuesto.

Eleanor, no tenía idea de lo que sus miradas provocaron en el millonario Downey, quién inmediatamente buscó al padre de la chica, pues ya tenía un negocio entre manos.

Al acercarse a Alfred dijo:

— ¡Tu hija es espectacular, estoy encantado con su personalidad!— su voz sonaba llena de emoción.

— Lo sé Merritt y es también una excelente mujer de negocios, a pesar de ser tan solo una jovencita — manifestó Alfred con orgullo.

— Has pensado en la condición que te pedí para nuestra sociedad — preguntó Merritt directamente.

—¿Quieres que hablemos de eso?— preguntó Alfred — vamos a mi estudio, allí no habrá molestias.

Eleanor parecía un ave de presa, y no perdía de vista al millonario, ya había trazado un plan y lo seguiría a pie juntillas, lo vio hablar con su papá y estuvo pendiente de cada movimiento que ellos daban.

Por eso vio, cuando Merritt hablaba con su padre y miró cómo se dirigieron hacia el estudio, se introdujeron en el lugar; y no se preocuparon en ver, si la puerta había cerrado por completo, pues nadie estaba tras ellos, sigilosamente ella se introdujo en la habitación, como un felino tras su presa.

Eleanor se daba cuenta de lo que provocaba en los hombres y estaba usando sus armas de seducción muy sutiles para que Merritt Downey estuviera a su merced, éste se sentía como drogado por la personalidad de ella se dejaba conducir cual títere, dejando que ella tuviera el control de su vida en ese momento.

La fiesta se fue apagando y los invitados fueron migrando poco a poco, ya Merritt necesitaba despedirse de la chica quien se había colgado de él casi toda la noche.

— Preciosa, espero que ésta no sea la única vez que pueda tenerte tan cerca— le dijo Downey al oído en tono suave.

Ella sonrió coquetamente y entornó sus ojos al decirle:

— Tampoco yo Merritt, me encantó tu compañía— usando un tono apropiado a la ocasión— y también me gustas como hombre, a pesar de todo.

— ¡Uy mujer no me digas eso, mira que te secuestro acá mismo!—dijo él, siguiendo el juego de Eleanor.

— ¿Y arriesgarte a que papá te de un rescate?— sonrió ella guiñando un ojo con coquetería— además me encanta eso de "mujer", porque eso es lo que soy, Merritt.

— Eso mi querida joven se nota a leguas, eres una hembra en toda la extensión de la palabra— dijo Downey con voz seductora.

— ¿Cuándo volvemos a vernos?— fue la pregunta de Eleanor con malicia.

— Por mí, te llevaría conmigo para mirarte todo el día, mi reina— dijo él pícaramente.

— ¿Cuando será la firma de nuestra sociedad?— preguntó ella

— Eso solo depende de él— sugirió Merritt.

— ¿Y de mí también depende?— dijo ella.

— ¡Claro tienes un alto porcentaje, cariño!— dijo él con astucia.

— Entonces lo acompañaré, el lunes a primera hora estaremos allí en tu oficina — dijo ella muy seria.

— Entonces, tú también jugaras a firmar— dijo él.

— Yo, muy poco juego mi querido Merritt— dijo ella con voz aún más peligrosa— y hablo muy en serio, así que mi padre y yo estaremos el lunes para la firma.

Lanzó un beso al aire usando su mano para enviarlo y puso su cara más seductora para provocar escalofríos en la espalda de Merritt Downey. Éste era un experto manejando mujeres de mundo, pero a esta chiquilla aún no sabía cómo manejarla, estaba totalmente prendado de ella sin poder reaccionar.

Él salió del salón y ella lo vio alejarse con ojos entrecerrados y con un brillo especial en sus pupilas, ya ella había empezado a tejer su red y sabía qué hilos mover para atraer a la mosca que necesitaba atrapar por completo.

Merritt al ir saliendo se encontró con Alfred y se despidió diciendo:

— Mi querido amigo y socio, te espero el lunes a primera hora en mi oficina, pero con tu hija, ella debe acompañarte.

Alfred Hawkins se quedó pensando unos instantes con el ceño fruncido y tocando su barbilla sin entender mucho, en ese momento se acercó su hija y dijo:

— Ya todo está listo para la firma papito, Merritt Downey, está en mis manos.

— ¿Qué te traes entre manos Eleanor?— preguntó su padre, con voz extraña.

Ella hizo un mohín con los labios de fastidio y sonrió astutamente, sus ojos azules adquirieron un brillo particular y Alfred dijo:

— Hija, cuando tus ojos brillan de ese modo, me das miedo.

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