a Esther le tomó un minuto en entender como funcionaba el elevador, y los dos guardaespaldas que le había dado Leonel solo estaban ahí parados a un lado suyo sin hacer nada. No era la primera vez que Esther tenía seguridad, de echo estaba más que acostumbrada, pero los hombres que le había dado su esposo eran demasiado grandes y evidentes y eso la preocupó. por suerte en el edificio de su hermano sabía que estaba a salvo, así que cuando llego al último piso dejó a los gorilas en la entrada y caminó por el lugar. tenía el vestido que Leonel le había comprado para la cena con los inversionistas, ya que no tenía nada más, e imagino que tarde o temprano si tendría que utilizar la tarjera que él le había dado. Esther nunca se había sentido tan… libre, no sabía si esa era la palabra correcta, pero por primera vez en su vida notó que su celular, su ropa y sus carteras no eran tan importantes. el edificio era grande, y uno que otro trabajador de ahí la reconoció, ya sea porque la hubiese
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