—¿Cómo me puedes pedir eso? —la voz de Verónica es casi un grito en medio de aquella habitación de hospital—¡Shhhh! Verónica por favor, habla en voz baja, si Claudia pasa por aquí y nos escucha, estaremos en grandes problemas, ya tenemos suficientes con las sospechas que tiene, no nos podemos exponer tanto. Lo siento, pero me es imposible seguir llevándote a ver a Elena, ya tus chequeos diarios han acabado, ha pasado toda una semana y estás de maravilla, gracias a Dios ¿qué excusa daremos para sacarte de aquí? es imposible. Por favor, entiende, sabes que tengo razón en lo que estoy diciendo. Si nos descubren, de nada servirá que yo te haya contado la verdad, razona.Teresa tenía razón y Verónica lo sabía, pero no podía ser razonable cuando de su hija se trataba. Ahora se sentía más sola que nunca en toda su vida, siempre había estado acompañada de su hija y, a pesar de que ahora sabía que tenía dos, no podía verlas. Toda la situación era como un castigo por demás injusto para ella, A
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