Amansando al león

De vuelta a la casa, Alejo no podía estar más contento, sí, tal y como están escuchando, contento, después de tantos días sintiéndose frustrado por no poder estar con Elena finalmente había llevado a cabo su prioridad número uno.

Esta era la razón por la cual todavía tenía a esa prostituta en la casa con él; a pesar de que ella había intentado fugarse con su hija, en la cama hacía magia, le daba lo que ninguna otra podía darle, placer. “Elena es una chica con suerte” pensó, todavía podría perdonarle alguna que otra rebelión antes de pegarle un tiro en la cabeza, al menos hasta que encontrara alguna como ella.

No sabía cómo, pero, desde el primer momento em el que la conoció en aquel club y aceptó darle un “baile” privado, ella supo lo que a él le gustaba. Nunca se quejó por los golpes que le dio con su cinturón, ni por la forma en que la arrastró por todo el suelo agarrándola por su cabello. Niumna sola lágrima salió de ella, sino que por el contrario, no le quitaba los ojos de encima
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