Esa mañana, Elena acaba de poner a Emma devuelta en su cuna, todavía le costaba trabajo creer que ya todo había acabado; para suerte de todos, Alejo estaba enterrado bajo tierra donde nunca jamás podría lastimar a nadie. Resulta gracioso como su cerebro todavía le hace pensar a ratos que necesita mantenerse escondida, que no puede salir a la calle porque él podría verla, va a ser cierto eso de que la costumbre hace al hombre. A pesar de todo, está segura de que nunca antes en toda su vida se había sentido tan feliz como ahora, finalmente era libre; tenía una hija hermosa y una familia que acaba de descubrir. Todavía les quedan muchos asuntos por tratar, lazos que crear, historias por contar, pero siente que pertenece a algún lugar y que, la coraza de la que se había tenido que forjar en todos esos años, esa piel de la Elena fuerte, considerada muchas veces sin sentimientos, ya podía dejarla a un lado, no le hacía falta. Estaba tan feliz que, en ocasiones, se descubría ella misma con
La velada en el departamento de Verónica y Amanda había sido excelente, todo en la vida de estas mujeres estaba poniéndose en su lugar y parecía que el futuro comenzaba a brillar. Elena acompaña hasta abajo a Alexander; se sentía como toda una adolescente de nuevo, en su compañía. Estaba disfrutando el amor que nunca pudo en aquel momento.—No sabes lo feliz que estoy de que me hayas escuchado hoy, todavía no puedo creer que estoy aquí contigo y que estamos juntos. Hubo un momento em el que pensé que esto sólo sucedería en mis sueños. Te prometo que no te voy a fallar, ni a ti a la pequeña Emma, no pienso desperdiciar esta segunda oportunidad que la vida me ha dado —le aseguró él para luego darle un pequeño beso.En tanto, sentados en el balcón del apartamento, Amanda y Javier continuaban ultimando los detalles del viaje a New York. Ella estaba entusiasmada, jamás había salido de su país y esta era una etapa de su vida completamente nueva, estaba ansiosa por descubrir nuevas cosas, po
—Pablo, hermano, despierta por favor —Fabián lo observa con la esperanza de verlo abrir los ojos. Claudia se acerca a él, coloca su mano en su hombro.—Dr Fuenmayor, debe descansar. Yo puedo quedarme con Pablo. —Fabián voltea hacia ella.—No entiendes Claudia, si Pablo no reacciona le habré fallado, no sólo a él, también a mi madre. Le prometí cuidar de él, antes de que muriera.—No entiendo, usted y Pablo... —Fabián asiente. Claudia lo mira con asombro.—Igual debe descansar, desde que Pablo está aquí, no ha dormido. —Fabián se lleva las manos a la cabeza, desesperado por la situación.—No puedo, Claudia. Llevo días intentando hacerlo, pero no puedo. —se refugia en el hombro de Claudia, ella pasa su mano sobre su cabello. Fabián se siente reconfortado de aquel modo.Él siempre fue el chico nerd de la escuela, reservado, tímido y muy estudioso. Luego de graduarse a los veinticinco años sólo se ocupó de ser el mejor cirujano de su carrera, cosa que logró a la perfección, títulos por do
Amanda salió de su apartamento, acababa de dejar listo su equipaje para el viaje; pero antes de partir, quería despedirse de alguien muy especial para ella, pidió el taxi y minutos después estaba llegando al geriátrico. Se acercó a la recepción y allí frente a ella estaba Claudia:—¿Elena o Amanda? —preguntó sorprendida al verla en aquel lugar.—Amanda, soy Amanda. —respondió en un tono algo triste— Vine a ver a doña Emma. —Claudia hubiese querido decirle toda la verdad pero no era su deber hacerlo, podia notar la tristeza en los ojos de aquella chica.—Sí, está en su habitación. Al final del pasillo.—Gracias —caminó en dirección a la habitación de Emma.Claudia no podía creer que fueran tan parecidas, realmente cuando cuidó de Elena en el hospital, no pensó que tuviera una hermana gemela, eso logró saberlo después de la trágica muerte de Teresa.Amanda siguió por el pasillo hasta donde estaba la habitación, la puerta estaba semi abierta, ella la empujó lentamente y entró. Al verla l
Los siguientes días fueron como si estuvieran viviendo dentro de ena película de romance perfecta. Amanda tuvo un hermoso y saludable bebé, justo el mismo día em el que Amanda dio a luz, su hombre le pidió matrimonio, nunca pudo haber imaginado una pedida de mano más perfecta.La boda tuvo lugar unos meses después, fue una ceremonia pequeña, familiar en una iglesia, ella siempre lo soñó de esa manera, quería sentirse en casa y así lo hizo. Ignacio Fuenmayor les cubrió todos los gastos, sentía que era lo menos que podía hacer, sentía arrepentimiento luego de que supo que Yessica tuvo un hijo suyo y que este había muerto, también reconoció a Pablo como su hijo y le dio su apellido por haberlo separado de su madre, Silvia.Elena fue la dama de honor de su hermana y, aunque Pablo hubiese querido tener a El Greco, sabía que este no podía regresar a Venezuela, era imposible, pero al menos estaba bien y feliz construyendo una vida junto a Sandra; en su lugar, estuvo Fabián; sin su ayuda, Pab
Dicen que hay momentos en que el tiempo y el espacio se detienen para que dos personas que estaban destinadas a estar juntas se encuentren.Son las nueve de la mañana, Amanda corre por el pasillo, la noticia de la recaida de su madre, la llena de terror. De frente a ella, en sentido contrario una mujer camina haciendo respiraciones rápidas y sujetando su barriga, ambas están en medio de una difícil situación; una de ellas con temor a la muerte de su madre, la otra a punto de traer al mundo una nueva vida. Se tropiezan sus hombros, ambas se disculpan, hay en una algo que sorprende a la otra. Mas, el momento se esfuma instanteamente. Elena toma el pasillo para las parturientas y Amanda hacia el lado de emergencia.Aún ninguna de ellas sale de su expectación.—Dios, esa mujer se parece tanto a...—Familiares de la paciente Verónica Lugo, por favor. —se asoma la enfermera hasta el corredor principal.—Yo, yo, soy su hija.La enfermera se acerca, le entrega el recipe de medicamentos y le s
—Por favor, no me mate. Se lo suplico. Mi mamá está muy grave. Yo le juro que no vi nada.Al escuchar las voces, Rubén la toma del brazo, le apunta por el costado, mientras le advierte.—Haces el mínimo ruido y te vas a acompañar a la muertita. ¡Camina y disimula!Ambos hombres salen rápidamente de la habitación donde yace aún entre la vida y la muerte, Elena. La enfermera que entra, al ver aquel pozo de sangre debajo de la camilla, grita desesperada. El alboroto de los médicos corriendo por el pasillo provoca la angustia de los familiares de los pacientes. Los médicos hacen esfuerzos por salvarle la vida a la joven madre.Rubén entra junto a Amanda a una de las habitaciones desocupadas.—Aquí —le señala Pablo, quien está ingeniándose un plan para impedir que Rubén calle a la hermosa chica.—Llegó tu hora, mamita. —le susurra al oído. Amanda tiembla angustiada. Se arrodilla para implorarle al indolente asesino.—¡No! Por piedad no lo haga, mi madre sólo me tiene a mí.—Cálmate, esa ch
Amanda está aterrorizada, hubiera preferido mil veces que Pablo estuviera ocupando el lugar de Rubén a su lado en vez de estar manejando; a pesar de que no lo conoce, le inspira más confianza o eso quiere creer.No ha levantado la mirada del bebé, lo alimenta con sumo cuidado, es tan pequeñito que no deja de enternecerse, y a la vez preocuparse de que algo pueda sucederle, sobre todo, considerando la velocidad a la que va dirigiendo Pablo por la autopista. No sabe a donde la llevan, pero si con quien y para qué.Le teme a todo, a aquel repugnante hombre que lleva a su lado asegurándose que no se tire del coche en un intento de escape; a convertirse en madre de un bebé que no es suyo; a la recuperación de su madre y al hecho de que puede no volverla a ver nunca; pero, más que a nada, al tal Alejo, el tan temido jefe de estos dos hombres que la escoltan para entregársela en bandeja de plata a ese criminal.En su cabeza intenta repetir una y otra vez, al pie de la letra, las palabras de