—Por favor, no me mate. Se lo suplico. Mi mamá está muy grave. Yo le juro que no vi nada.
Al escuchar las voces, Rubén la toma del brazo, le apunta por el costado, mientras le advierte.
—Haces el mínimo ruido y te vas a acompañar a la muertita. ¡Camina y disimula!
Ambos hombres salen rápidamente de la habitación donde yace aún entre la vida y la muerte, Elena. La enfermera que entra, al ver aquel pozo de sangre debajo de la camilla, grita desesperada. El alboroto de los médicos corriendo por el pasillo provoca la angustia de los familiares de los pacientes. Los médicos hacen esfuerzos por salvarle la vida a la joven madre.
Rubén entra junto a Amanda a una de las habitaciones desocupadas.
—Aquí —le señala Pablo, quien está ingeniándose un plan para impedir que Rubén calle a la hermosa chica.
—Llegó tu hora, mamita. —le susurra al oído. Amanda tiembla angustiada. Se arrodilla para implorarle al indolente asesino.
—¡No! Por piedad no lo haga, mi madre sólo me tiene a mí.
—Cálmate, esa chica nos puede servir, no te das cuenta que es muy parecida a Elena. Ella puede evitar que el jefe te elimine.
Rubén la observa fijamente, no se había percatado de aquel detalle, cuando recibió el corte en el rostro hace un año atrás, perdió la visibilidad en el ojo izquierdo.
—Tienes razón, esta perra es igual a aquella.
—Déjame conversar con ella. Tú ve al retén a ver como resuelves lo del bebé.
—Está bien. —antes de salir de la habitación, se coloca la chaqueta reversible del otro lado para evitar ser reconocido por alguien.
Pablo trata de calmar a la joven, quien llora sin poder contenerse.
—Déjame ir, te lo ruego. El médico de mi madre está llamando, ella está muy mal.
—No puedo, Amanda. —Ella se sorprende al ver que él aún recuerda su nombre.— Rubén es implacable, lo sabes. Es mejor que sigas con el plan. Yo puedo ayudarte si tú me ayudas. ¿Entiendes? —ella asiente.— ¿Dime que tiene tu madre?
Entre sollozos y hipidos, la joven le cuenta sobre la grave situación de su madre. Él la escucha atentamente, mientras ordena en su cabeza un plan donde todos saldrán beneficiados, todos inclusive ella.
—Escucha lo que voy a proponerte por favor. Tu madre necesita un transplante, la chica que acaba de morir puede ser la donante. Conozco al dueño del hospital, sólo una llamada y él no tendrá problemas en realizar la operación, por supuesto si son compatibles tanto el donante como tu madre. —aunque aquello sonaba descabellado, Amanda sabe que es la oportunidad de salvarle la vida a su madre.
—¿Dígame que debo hacer?
—Primero calmarte, segundo darme algunas informaciones sobre tu madre y tercero hacer lo que te pida. —ella asiente por segunda vez, no tiene más ninguna opción. Debía escoger entre morir o salvar a su madre y salvarse ella.
—Haré lo que me pida.
Mientras Amanda le da la información sobre su madre, Pablo realiza las llamadas que debe hacer. En minutos todo parece transcurrir rápidamente y como por arte de magia el plan comienza a funcionar perfectamente. La prueba de compatibilidad entre Elena y Verónica resulta positiva. Inmediatamente, internan a Verónica y comienza la operación.
El médico desconecta a Elena, por órdenes de arriba, ambas mujeres entran a quirofanos y como en una serie de ficción operan de manera simultánea a ambas mujeres. Rubén entre tanto, regresa a la habitación, pronto anochecerá y deberán llevarle noticias al jefe.
—¿Lograste convencerla? —Pablo asiente— El bebé está en perfectas condiciones.
—Ya cumplí con mi parte, ahora te toca cumplir con la tuya. Debes ir y buscar al bebé como si fueras su madre. Nadie sabe de la muerte de Elena, excepto nosotros tres y la enfermera de la cual nos haremos cargo luego. Deberás ir a la habitación tomar el bolso que traía Elena y usar sus documentos, luego irás con Rubén a retirar al niño. Saldrán juntos, yo los esperaré en el auto. No quiero errores Amanda. Tu madre está viva gracias a mí. Ah, no te preocupes por ella, ya dejé a cargo a una enfermera que se encargará de cuidarla personalmente.
Acompañada de Rubén, fue hasta el retén. Él ya había hecho su parte, darle un buen pago a la enfermera de turno.
—Tenga —la enfermera le entregó al niño en brazos.
Amanda tuvo que voltear el rostro para no ser reconocida por la misma enfermera que horas atrás, recibió de sus manos el medicamento para su madre. Aquello era algo increíble, ver como esa misma mujer era capaz de recibir dinero y entregar a aquel bebé sin importarle su destino.
—Camina —le ordenó nuevamente Rubén.
—¿Puedo pedirle un único favor?
—¿Un favor? ¿Crees que no es suficiente con que te haya dejado con vida? Realmente no me interesa complacerte en nada.
—Es sólo pasar por la habitación donde está mi madre y vef como está.
—Ya Pablo te dijo que está bien, además el jefe espera por nosotros.
El bebé comenzó a llorar, habían pasado tres horas ya desde que le dieron de comer.
—Debe tener hambre.
—¿Y qué esperas que haga yo? Muévete y vamos al auto.
La chica caminó hacia donde él la dirigía, intentaba calmar el llanto del bebé para no despertar sospechas, mientras ella también gritaba de dolor por dentro sin poder despedirse de su madre. Subió al auto.
—¿Qué ocurre, por qué llora? —preguntó alterado Pablo.
—Debe tener hambre. —respondió ella.
—Bien y que debemos hacer para que se calle.
—Darle de comer, necesitamos comprarle algún alimento.
—Ve a la farmacia Rubén, compra bebida para bebé y un biberón.
—No me jodas, Pablo. Ve tú.
—Yo no maté a la madre, así que muévete —Rubén bajó del auto, enardecido.
Minutos después regresó. Trajo la leche en polvo y el biberón, mientras destapaba una botella de agua para tomar un trago.
—¡Necesito agua para preparar la fórmula! —replicó ella.
Rubén la fulminó con la mirada, le entregó la botella a medias y ella preparó el biberón. Se lo dio a beber, el bebé desesperadamente comenzó a tomarlo.
—Ya mi amor, todo va a estar bien —dijo ella, besando una de la frente del pequeño angelito que llevaba entre sus brazos.
Pablo observa desde el retrovisor la dulzura de aquella hermosa mujer, aunque era físicamente igual a Elena, jamás podría compararla con Amanda.
Amanda está llena de emociones y sentimientos confundidos. Debía estar feliz por la vida de su madre, pero él miedo a lo que debía enfrentarse ahora la paralizaba por completo, eso sin mencionar que había sido testigo de la muerte de aquella mujer y ahora cómplice del secuestro de un bebé. Su vida había cambiado en fracciones de segundos sin que ella imaginara todo lo que estaba por ocurrirle aún.
La hermosa chica, no dejaba de pensar en cómo Pablo había resuelto todo con apenas mover un par de piezas ¿Quién era él y peor aún en que estaba metido? La respuesta parecía muy obvia pero tampoco podía negarse a sí misma que aquel hombrecla atraía inevitablemente.
La vida es como un tablero de ajedrez donde se mueven las piezas desde arriba, sólo que ella apenas era un peón.
Amanda está aterrorizada, hubiera preferido mil veces que Pablo estuviera ocupando el lugar de Rubén a su lado en vez de estar manejando; a pesar de que no lo conoce, le inspira más confianza o eso quiere creer.No ha levantado la mirada del bebé, lo alimenta con sumo cuidado, es tan pequeñito que no deja de enternecerse, y a la vez preocuparse de que algo pueda sucederle, sobre todo, considerando la velocidad a la que va dirigiendo Pablo por la autopista. No sabe a donde la llevan, pero si con quien y para qué.Le teme a todo, a aquel repugnante hombre que lleva a su lado asegurándose que no se tire del coche en un intento de escape; a convertirse en madre de un bebé que no es suyo; a la recuperación de su madre y al hecho de que puede no volverla a ver nunca; pero, más que a nada, al tal Alejo, el tan temido jefe de estos dos hombres que la escoltan para entregársela en bandeja de plata a ese criminal.En su cabeza intenta repetir una y otra vez, al pie de la letra, las palabras de
Amanda entra corriendo hacia la habitación de una bebé que no es suya y, de igual forma se ha apropiado de ella. Cierra la puerta con seguro y se deja caer al suelo, rodando por la pared mientras mira hacia la cuna fijamente.“¿Qué he hecho? ¿En qué me he metido?” Piensa una y otra vez para sus adentros, esas dos interrogantes no la han abandonado desde que salió del hospital y, por lo visto, no la abandonarán nunca, es algo con lo que tendrá que cargar el resto de su vida.Inspecciona la habitación con sus ojos asustados, busca algún lugar donde refugiarse pero, no encuentra ninguno. No hay un lugar seguro para ella dentro de esa casa, ni fuera tampoco.Se siente como pez fuera del agua haciéndose pasar por alguien que no es, fingiendo ser madre cuando no tiene ni idea de cómo serlo, viviendo en una casa que no es la suya con personas completamente desconocidas y peligrosas.El pánico comienza a apoderarse de ella. Antes, tenía miedo, pero la adrenalina no le permitía pensar con clar
Después de darse un baño relajante en el jacuzzi, Amanda abre el guardarropas buscando algo que ponerse acorde al momento que está por vivir, es su primera vez, será la primera vez que se desnuda delante de un hombre, será la primera vez que ve a un hombre frente a ella, dispuesto a poseerla. Nunca imaginó su primera vez de aquel modo, siempre soñó estar en brazos del hombre que amaba y entregarse a él, por amor.—¿Quién te dijo que tu vida era común, Amanda? —se increpa a sí misma mientras se mira al espejo— Nada en tu vida ha sido fácil ¿por qué soñaste que sería diferente tu primera vez?Siente un nudo en la garganta y ganas de llorar, pero no quiere verse vulnerable, ni sentir lastima por ella misma. Todo aquello fue decisión suya, ahora debía acarrear con las consecuencias de sus actos. Llegó la hora esperada, se colocó la bata de seda color rosa y se miró una vez más al espejo. Escuchó los pasos de Pablo acercarse y su corazón comenzó a latir rápidamente.Amanda estaba nerviosa,
Amanda subió a la habitación para darle de comer a Emma, mientras tomaban a la pequeña de la cuna, sintió que la observaban, volteó y se encontró con la mirada de Cristina.—¿Puedo ver a la niña? —preguntó entusiasmada.—Sí, claro. Pasa Cristina. —la mujer se acercó y observó detenidamente a la pequeña Emma.—Es hermosa, por lo visto se parece a su padre —Amanda la miró sonriendo.— Me alegra que hayas vuelto. El patrón estaba que acababa con todo.—Sí, lo sé —respondió parcamente.—Ya le contaste la verdad a Pablo —Amanda se quedó paralizada ¿De que verdad hablaba la criada?—. No te entiendo —dijo esperando que Cristina le aclarara aquel asunto.Justo en ese momento entró Pablo, sabía que era peligroso dejar a Amanda sola con Cristina, esta podía meter la pata y ser descubierta. Cristina era prácticamente los ojos de Alejo en aquella casa.—Cristina por favor, puede encargarse de la niña, la Sra Elena tiene que acompañarme un momento a la biblioteca, el jefe pidió que ella revise algu
Una vez que Alejo se encuentra en la fiesta, su socio Don Fermín, lo recibe en un apartado con una hilera de chicas vestidas solo con lencería fina esperando por él.—Sé que me dijiste que las eligiera yo, pero no pude decidirme, hay demasiado material, así que, te traje una pequeña selección para que tú mismo escojas tu preferida.—Nunca dejas de sorprenderme querido amigo, por eso mismo tú y yo nunca dejaremos de hacer negocios juntos.Alejo se acerca caminando hacia las chicas quienes no le quitan la vista de encima a medida que él pasa frente a ellas. Se detiene frente a una trigueña de ojos azules, preciosa y, sin previo aviso, coloca sus manos en su trasero y lo agarra con fuerzas para luego, lamerle el cuello.—Tú eres mi primera escogida mamasita —dice mientras le toma el brazo y la saca de la hilera para colocarla a su lado.Continúa caminando mientras se sonríe y muerde su labio para escoger. Le encanta crear este ambiente de tensión, lo disfruta. Vuelve a detenerse, esta ve
Como mismo le había descrito Pablo, Emma parecía estar muy mal, no paraba de llorar y, debido a ello se ahogaba a cada rato. Amanda no era madre, nunca había tratado con niños, al menos no tan pequeños como la que tenía en brazos. Ya se la había arrebatado de sus manos a su madre muerta, no podía dejarla morir también a ella, eso no lo podría soportar.Después de conducir lo más rápido que Pablo pudo, llegaron al hospital; de forma inmediata, los especialistas tomaron a Emma y se llevaron para hacerse cargo de ella. Las manos de Amanda temblaban, en varias oportunidades pensó que esas mismas manos, tendrían que entregar a la niña sin vida.Es increíble como, en cuestión de días, toda su vida ha cambiado dando un giro de 180 grados. Todo se le ha venido encima y no tiene ni la más remota idea de cómo lidiar con ello, la situación la está sobrepasando.Para su suerte, Pablo no hacía más que mirarla y se dio cuenta de su nerviosismo. Se acercó y tomó las manos de Amanda entre las suyas c
Por fin, después de tanta angustia, Verónica puede calmarse un poco, al parecer, ha encontrado a alguien que quiere ayudarla y está dispuesta a escucharla. Da unas fuertes y controladas respiraciones antes de comenzar a hablar, hasta que logra desembucharlo todo. Le hace la historia con lujos de detalles, desde el momento en el que Amanda llegó a la habitación, hasta que ese hombre se la llevó.—¡Dios mío! Ahora entiendo tu desesperación, debió ser algo demasiado horrible para ti y sin poder hacer nada.—Yo sólo quería ayudarla de alguna manera, pero Claudia no quiso escucharme, era como si toda la súplica que le estuviera dando fuera en vano, como si estuviera hablando con la pared.—Bueno, no sé con exactitud qué pueda estar sucediendo en la vida de tu hija, lo que sí sé es que, unos minutos antes, vi a un chico, diría yo que de unos veinticinco años más o menos en el ala infantil hablando muy sospechosamente con Claudia y, creo que le dio algo, sólo que no sé qué era.—¿Será el mis
Amanda baja del auto con la niña en brazos, Pablo por su parte, debe reunirse con Alejo para ponerlo al tanto de todo.—¿Cómo está la niña? —pregunta luego de dar un jalón a su habano.—Bien, era sólo un problema con cólicos, algo así dijo el médico.—¿Todo por un puto pedo? Tenía que ser niña. —responde en tono despectivo.—No debería expresarse así de Emma, jefe. —Alejo lo miró como si deseara desaparecerlo del planeta.—¿De cuándo acá yo recibo órdenes de un pendejo como tú?—Disculpe, no fue mi intención.—¡Ah ya! Lárgate. Dile a mi mujer que se prepare, esta vez no la salva ni Mandraque el mago.Pablo asintió y salió de la oficina, sentía rabia de sólo pensar en Alejo poniendo un dedo sobre Amanda. Camino por el largo pasillo y mientras murmuraba se topó con Rubén.—Se te está haciendo costumbre hablar a solas, mijito.—Estoy cansado de que Alejo me insulte cada vez que quiere.—Qué raro, si eres su preferido, siempre te toma en cuenta para todo y te da los mejores trabajos.—No