56. Un futuro lleno de sombras
Salir de la casa dejando atrás a mi padrino se siente como una ruptura que no es solo física, sino afectiva. El aire es fresco y tiene un aroma a tierra húmeda, como si el bosque acabara de despertar tras una ligera llovizna; lo único que acompaña el eco de nuestros pasos es el crujido de las hojas secas bajo nuestros pies. Sostengo su mano, cálida, temblorosa pero firme, mientras caminamos juntos hacia el lago. La luz del atardecer se filtra entre las ramas de los árboles, bañándolos en tonos dorados y anaranjados, proyectando sombras alargadas sobre el sendero que se extiende delante de nosotros. Jesan camina a mi lado, callada, pero su respiración, profunda y algo irregular, habla más que cualquier palabra. Sus ojos se cruzan con los míos por un instante, reflejando la misma mezcla de incertidumbre y determinación. A medida que avanzamos, el sonido del agua nos da la bienvenida, suave al principio, como un murmullo, hasta que llegamos al claro. El lago se extiende frente a
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