Elizabeth amaneció en el sofá y con el mismo malestar que tendría si se hubiera marchado a beber la noche anterior.Cuando llegó a su casa, la niñera ya había dormido a su hijo y Bastian, por los ronquidos que daba, parecía que no despertaría en una semana.Tras lo ocurrido, en lugar de estar feliz porque había estado con el hombre que amaba, se sentía horrible por haber permitido lo que tanto dijo que no volvería a pasar.Se sentó en la sala y miró sus piernas, sus brazos, el vientre plano, ahora sí podía acostarse con ella sin estar pensando en otra.Tenía sentimientos encontrados rabia hacia sí misma y tristeza por haber tenido que cambiar para que de verdad él la mirara de otra forma.A eso debía agregarle que tenía hambre, demasiada y todo por los nervios acumulados.Se dirigió a la cocina y descubrió que su amigo antes de ponerse a roncar había comprado todo un alijo de dulces.La bolsa estaba allí, frente a ella, parecía gritarle que podía abrirla y agarrar solo uno, nadie se i
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