Roger llevó a Alexander a su oficina porque no quería ponerse a dar gritos en mitad de los pasillos.No podía más, aquello ya era demasiado para él.Comenzaba a desear que Elizabeth no hubiera regresado porque verla de esa forma y con tanto odio hacia él lo estaba destrozando.Había cometido un error y era consciente de ello.No hubo un solo día en el que no se lo reprochara a sí mismo durante su ausencia.—¡Me cambiaron por una pulga! —gritó apenas entró a su oficina y cerró la puerta de un portazo.Roger se sentó con tanta fuerza en la silla de escritorio que incluso rodó hacia atrás y chocó con la pared.Alexander lo miraba con una sonrisilla, ¡encima tenía que aguantar las burlas de su mejor amigo!—Hace unos años —comenzó a decir y se acomodó en el asiento con esa actitud de quien ríe el último ríe mejor—. Durante un viaje a Canadá para buscar a mi supuesta esposa muerta.—¡No vamos a comenzar a sacar los trapitos sucios! Calladito estás más guapo —dijo, pero su amigo no le hizo
—Siento decirte que tu maridito es gay, ¿viste cómo tenía sujeto a ese vikingo? Hasta las piernas me temblaron cuando los vi, lo que yo daría por estar en medio de semejante dos machos.Elizabeth hizo un mohín con los labios y entrecerró los ojos.—Mi marido no es gay, solo es muy aseado y le encanta arreglarse más que a cualquier mujer, pero eso no lo hace gay. Tu radar está atrofiado —se quejó, ella sabía de sobra lo mujeriego que era ese desgraciado.Bastian suspiró con cansancio.—Si me falla es porque estoy agotado del viaje y en lugar de llevarme a tu casa para que descanse me trajiste hasta aquí, pero no me quejo, si no hubiera venido no habría visto semejante despliegue de masculinidad y hormonas gay reprimidas entre esos dos portentos de hombres.—¡Qué no es gay! —gritó ya exasperada.Su amigo fingió un escalofrío y formó una cruz con ambos dedos índices.—Sal de ella, Satanás, la ha poseído el espíritu de los celos y ahora no quiere compartir.—Deja de decir tonterías y mejo
Elizabeth llevó a su amigo al apartamento, sabía que estaba cansado del viaje y además quería asegurarse de que su hijo estuviera bien.Andy no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo separado de ella y Elizabeth también lo extrañaba mucho.Cuando su hijo vio a Bastian, la alegría del pequeño fue palpable y eso la dejó un poco más tranquila.Tras asegurarse de que todo estaba bien y que su amigo le dijera que no se movería de allí porque iba a dormir dos días seguidos, Elizabeth le dio instrucciones a la niñera y se marchó de nuevo a la empresa.Si quería que aquello funcionara debía ponerse en serio a trabajar.Horas después, Elizabeth había perdido la noción del tiempo y aún continuaba ensimismada detrás de la computadora.Roger había descuidado mucho la empresa desde que ella se marchó.Al mirar el reloj se percató de que ya eran más de las diez de la noche.Había estado tan entretenida que ni siquiera el hambre la había avisado de la hora.Elizabeth apagó todo y se dispuso a sali
Cuando Roger la besó de nuevo comprobó que todo lo que había sentido en el ascensor no se lo había inventado.Todas las veces que gritó que lo odiaba era una mentira que necesitaba creerse ella misma, la realidad era que continuaba muy enamorada de él y eso le daba la posibilidad de continuar haciéndole daño.Él la abrazó contra su cuerpo y le sostuvo la nuca con la mano, no quería que se escapara y Elizabeth, en ese momento, se le había olvidado que debía salir corriendo de allí.En lugar de huir le pasó los brazos por el cuello y entreabrió los labios para que la besara como si el mundo se fuese a acabar ese día.Un gemido resonó en la oficina cuando sus lenguas se entrelazaron, se querían devorar uno al otro como si les faltara la vida si no lo hacían. Roger enredó la mano en su cabello y se lo terminó de liberar.Su cabello cayó libre por la espalda, de la misma forma en la que ella se sintió en ese instante en el que estaba en sus brazos.Su esposo solo le había pedido un beso y
Elizabeth amaneció en el sofá y con el mismo malestar que tendría si se hubiera marchado a beber la noche anterior.Cuando llegó a su casa, la niñera ya había dormido a su hijo y Bastian, por los ronquidos que daba, parecía que no despertaría en una semana.Tras lo ocurrido, en lugar de estar feliz porque había estado con el hombre que amaba, se sentía horrible por haber permitido lo que tanto dijo que no volvería a pasar.Se sentó en la sala y miró sus piernas, sus brazos, el vientre plano, ahora sí podía acostarse con ella sin estar pensando en otra.Tenía sentimientos encontrados rabia hacia sí misma y tristeza por haber tenido que cambiar para que de verdad él la mirara de otra forma.A eso debía agregarle que tenía hambre, demasiada y todo por los nervios acumulados.Se dirigió a la cocina y descubrió que su amigo antes de ponerse a roncar había comprado todo un alijo de dulces.La bolsa estaba allí, frente a ella, parecía gritarle que podía abrirla y agarrar solo uno, nadie se i
Elizabeth entró a su oficina casi corriendo.Ver a Roger después de lo ocurrido la noche anterior la había alterado mucho y ya no sabía cómo comportarse frente a él.Una parte de ella quería lanzarse a sus brazos y que le mintiera de nuevo, que la hiciera creer que le importaba y otra, la que se castigaba a sí misma, estaba muy avergonzada por haber sido tan débil.Ese hombre la tenía en sus manos y ella no pensaba demostrárselo.Podía fingir que no le afectaba, que tenía la facilidad de acostarse con él o con otro sin que eso le provocara el mínimo sentimiento.Se tenía que repetir una y otra vez que lo que ocurrió la noche anterior fue solo sexo.Para colmo, su amigo, que se suponía que iba a acompañarla y cuidarla, había decidido que un trabajo decente comenzaba después de las diez de la mañana y que él todavía debía continuar durmiendo un poco más.En cuanto estuvo dentro de la oficina se paró en seco.Allí olía al perfume de su marido, estaba tan obsesionada con él que le parecía
Elizabeth tenía un dolor fuertísimo en la cabeza y para su sorpresa y desagrado, había despertado en un hospital.Lo último que recordaba era estar huyendo de Roger y encerrarse en su oficina y lo siguiente era que estaba allí, en una habitación tétrica de hospital.No soportaba los hospitales desde que su abuela pasó varios meses internada antes de fallecer, había pasado tantas horas en el interior de aquellas paredes haciéndole compañía, que había desarrollado una profunda aversión por ellos.Ella estaba muy bien, un golpecito de nada no la iba a matar, aunque el dolor de cabeza sí la tenía un poco mareada.Ya estaba molesta y debilitada por discutir con la enfermera que la intentaba obligar a quedarse en la cama, ¡a saber cuántas personas habían fallecido entre aquellas sábanas!Le picaba el cuerpo solo de pensarlo.En cuanto la mujer salió se levantó, iba a buscar su ropa, quitarse ese odioso suero y salir corriendo, pero sus planes se vieron frustrados.—¡Tuviste un hijo con tu a
Roger salió hundido del hospital, había llamado al padre de Elizabeth y en cuando le dijo que iría, él y Alexander se marcharon.No quería estar allí, ya había tenido suficiente.Tres años perdidos, tres eternos años esperando a que su esposa se dignara a volver para poder solucionar las cosas mientras ella se había olvidado de él y había hecho su vida con otro.—Creo que mejor conduzco yo, o al menos quita el pie del acelerador porque tengo esposa e hijos. —Alexander interrumpió sus pensamientos, iba agarrado del cinturón de seguridad como si le fuera la vida en ello e intentaba, a la vez, hacer una llamada.Roger redujo la velocidad y miró de reojo a su amigo.—Lo siento, puedes quedarte tranquilo que no volveré a acelerar de esa forma. ¿Qué estás haciendo? —preguntó cuando vio que se empeñaba en continuar manipulando el teléfono sin soltar del cinturón.—Intento llamar a Diana para despedirme, si voy a morir por tu culpa quiero despedirme de ella y de mis hijos.—Y después el dramá