Elizabeth entró a su oficina casi corriendo.Ver a Roger después de lo ocurrido la noche anterior la había alterado mucho y ya no sabía cómo comportarse frente a él.Una parte de ella quería lanzarse a sus brazos y que le mintiera de nuevo, que la hiciera creer que le importaba y otra, la que se castigaba a sí misma, estaba muy avergonzada por haber sido tan débil.Ese hombre la tenía en sus manos y ella no pensaba demostrárselo.Podía fingir que no le afectaba, que tenía la facilidad de acostarse con él o con otro sin que eso le provocara el mínimo sentimiento.Se tenía que repetir una y otra vez que lo que ocurrió la noche anterior fue solo sexo.Para colmo, su amigo, que se suponía que iba a acompañarla y cuidarla, había decidido que un trabajo decente comenzaba después de las diez de la mañana y que él todavía debía continuar durmiendo un poco más.En cuanto estuvo dentro de la oficina se paró en seco.Allí olía al perfume de su marido, estaba tan obsesionada con él que le parecía
Elizabeth tenía un dolor fuertísimo en la cabeza y para su sorpresa y desagrado, había despertado en un hospital.Lo último que recordaba era estar huyendo de Roger y encerrarse en su oficina y lo siguiente era que estaba allí, en una habitación tétrica de hospital.No soportaba los hospitales desde que su abuela pasó varios meses internada antes de fallecer, había pasado tantas horas en el interior de aquellas paredes haciéndole compañía, que había desarrollado una profunda aversión por ellos.Ella estaba muy bien, un golpecito de nada no la iba a matar, aunque el dolor de cabeza sí la tenía un poco mareada.Ya estaba molesta y debilitada por discutir con la enfermera que la intentaba obligar a quedarse en la cama, ¡a saber cuántas personas habían fallecido entre aquellas sábanas!Le picaba el cuerpo solo de pensarlo.En cuanto la mujer salió se levantó, iba a buscar su ropa, quitarse ese odioso suero y salir corriendo, pero sus planes se vieron frustrados.—¡Tuviste un hijo con tu a
Roger salió hundido del hospital, había llamado al padre de Elizabeth y en cuando le dijo que iría, él y Alexander se marcharon.No quería estar allí, ya había tenido suficiente.Tres años perdidos, tres eternos años esperando a que su esposa se dignara a volver para poder solucionar las cosas mientras ella se había olvidado de él y había hecho su vida con otro.—Creo que mejor conduzco yo, o al menos quita el pie del acelerador porque tengo esposa e hijos. —Alexander interrumpió sus pensamientos, iba agarrado del cinturón de seguridad como si le fuera la vida en ello e intentaba, a la vez, hacer una llamada.Roger redujo la velocidad y miró de reojo a su amigo.—Lo siento, puedes quedarte tranquilo que no volveré a acelerar de esa forma. ¿Qué estás haciendo? —preguntó cuando vio que se empeñaba en continuar manipulando el teléfono sin soltar del cinturón.—Intento llamar a Diana para despedirme, si voy a morir por tu culpa quiero despedirme de ella y de mis hijos.—Y después el dramá
—Y ahora dice que es mío, ¿no será que me quieres colgar el hijo de otro? —respondió su esposo en un tono muy sarcástico e hiriente, pero no pudo evitar quedarse mirando a Andrew.Elizabeth aguantó las ganas de darle un bofetón y cerrarle la puerta en las narices, se lo estaba mereciendo y nada la haría pensar lo contrario.—Antes de decir cosas de las que te arrepientas después, será mejor que pases y me dejes hablar. —Elizabeth le dejó el camino libre y Roger se lo pensó un poco antes de dar un paso al interior.Cuando lo hizo, miró todo a su alrededor y por último a ella.—Así que ahora vives aquí, es bonito y está cerca de la empresa… Esa en la que ahora trabajas porque me quitaste el puesto debido a que resulta que soy un infiel. Esto es tan surrealista.Soportó de forma estoica todas las puyas que su marido le soltaba.Ese Roger era muy nuevo para ella, nunca lo había visto de esa forma.Aquello iba a ser difícil, su esposo estaba con la ironía que se le escapaba por todos los p
Elizabeth se había quedado con la mano colocada sobre la puerta para impedirle salir.De todos los escenarios posibles que alguna vez imaginó el que estaba ocurriendo no era parecido a nada de lo que su cabeza hubiera elucubrado.Jamás había visto a Roger con esa mirada, con tanto odio dirigida a ella y menos habría imaginado que quisiera llevarse a Andrew así, sin más, sin antes ir pasar un tiempo con su hijo para que ambos se adaptaran uno al otro.—Te entiendo, te juro que lo hago —comenzó a decir Elizabeth y la sonrisa retorcida que se mostró en el rostro de su marido no significaba felicidad, se estaba burlando.—¿Me entiendes? Si me hubieras entendido no estaríamos en esta situación, pero ya es costumbre. Tú no te dignas a escucharme, yo tampoco quiero seguir escuchando tus excusas, estamos a mano, ¿te parece?Andrew, que parecía percatarse de la tensión que había en el ambiente, le echó los brazos a ella para que lo abrazara, pero Roger no se lo permitió.Su marido se apartó de
Roger fingió que se marchaba, condujo un par de calles y en cuanto tuvo la oportunidad regresó.Aparcó a una cierta distancia y se quedó vigilándola para asegurarse de que tomaba ese taxi o que alguien venía por ella.Pasaron quince minutos cuando vio aparecer el coche de su suegro y de él salió Bastian, el amante que según decía su esposa resultaba que solo era un amigo.Apenas lo vio, su esposa se echó a sus brazos y esa pulga salida del infierno la abrazó y la metió en el interior del coche.Roger, con las manos hecha puños y a punto de romperse los dientes de tanto apretarlos, entró al su coche y estuvo a punto de perseguirlos, pero miró a su hijo y se marchó a casa.Cuando llegó a su casa con su hijo en brazos se encontró con Alexander.Su amigo tenía el rostro ceniciento y una expresión de preocupación.—Lo siento, no la pude detener… ¿Y este niño? —preguntó mirando a Andrew.Antes de que pudiera contestar Nathan, uno de los hijos de Alexander y el mayor de ellos, se acercó para
Elizabeth llegó a la empresa junto a Bastian.Su amigo la había visto tan mal el día anterior que esa mañana se dignó en estar listo incluso antes que ella.Perfumado hasta casi echarse el bote entero y vestido como si fuera de fiesta a buscar un nuevo novio, la había tomado del brazo como si estuviera inválida y la mantuvo sujeta todo el camino.Contrario a su personalidad habladora, su amigo se había mantenido en silencio todo el trayecto y no habló hasta que estuvieron en la empresa.—Estoy muy molesto —fue lo primero que soltó apenas llegaron al pasillo donde se encontraba su oficina y Elizabeth le mostró su escritorio.El mismo en el que ella trabajó dos años.—¿No te gusta? —preguntó—. Por más que me gustaría colocar tu escritorio en el interior de la oficina, los dos sabemos que no me dejarías trabajar porque no puedes estar en silencio mucho tiempo, pero aquí podrás ver todo lo que pasa… Y lo que en realidad quiero decir es que podrás ver a cada hombre que trabaja aquí.—No me
Elizabeth intentó recomponer su aspecto, pero ya era tarde.—¿Dónde se supone que está el señor cerbero? —masculló en voz baja y Roger la observó en silencio.—¡Mamiiiiii! —gritó su hijo y comenzó a dar pequeños botecitos en los brazos de su padre.Elizabeth se apresuró a levantarse y tomarlo en brazos.—Hola, hijito, te extrañé —dijo y le dio un beso en la mejilla—. ¿Querías ver el trabajo de papá por eso estás aquí?Ella quería rellenar el silencio porque Roger no decía nada y no le quitaba la vista de encima.Se asomó a la puerta y vio a Bastian con la boca abierta y dando fuertes ronquidos.—¿También te falló la niñera y tuviste que traer a tu amiguito al trabajo? —comentó Roger con burla.—No, en mi caso cometí el error de creer que podría ser un buen asistente, pero falló protegiendo la puerta, ¿cuál es tu excusa? ¿Decidiste enseñarle a Andrew a trabajar desde la infancia? No te tenía por un explotador infantil.Si él iba a hacer leña del árbol caído, no se quedaría a la espera