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Capítulo 31: Tengo una mujer en casa que me puede ayudar

Elizabeth se había quedado con la mano colocada sobre la puerta para impedirle salir.

De todos los escenarios posibles que alguna vez imaginó el que estaba ocurriendo no era parecido a nada de lo que su cabeza hubiera elucubrado.

Jamás había visto a Roger con esa mirada, con tanto odio dirigida a ella y menos habría imaginado que quisiera llevarse a Andrew así, sin más, sin antes ir pasar un tiempo con su hijo para que ambos se adaptaran uno al otro.

—Te entiendo, te juro que lo hago —comenzó a decir Elizabeth y la sonrisa retorcida que se mostró en el rostro de su marido no significaba felicidad, se estaba burlando.

—¿Me entiendes? Si me hubieras entendido no estaríamos en esta situación, pero ya es costumbre. Tú no te dignas a escucharme, yo tampoco quiero seguir escuchando tus excusas, estamos a mano, ¿te parece?

Andrew, que parecía percatarse de la tensión que había en el ambiente, le echó los brazos a ella para que lo abrazara, pero Roger no se lo permitió.

Su marido se apartó de
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