La doctora Seone seguía mi evolución muy de cerca, y había cumplido con su promesa de darme al menos una semana en casa para pasar con mis hijos y esposo, además de poder hacer todos los trámites necesarios para poder seguir gozando de, al menos, un sueldo mínimo.Mi seguro de vida también había colaborado bastante al adelantarme la mitad del dinero asegurado por enfermedad de largo tratamiento, además que los compañeros de unidad de mi esposo y todo el ejército realizaba mensualmente colectas y rifas para ayudar a Kentin con los gastos para mi cirugía.Mis hijos también hacían lo suyo, los salesianos organizaron un festival solidario cuando se preocuparon al ver que las notas de mis hijos habían bajado abruptamente; cuando Liam, Catrina y Dante comentaron lo que me andaba pasando no perdieron más tiempo y empezaron a reunir dinero.Sin embargo, a pesar de estar rodeada de tanto amor y contención, me sentía terriblemente pequeña y sola, pues eran las sesiones de quimioterapia y mi reg
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