Amarte es mi condena. Cap. 27: ¡Aquí pagarás tu condena!
—No te vas a liberar de mi tan fácilmente María Joaquina Duque —enfatizó casi gruñendo, respirando agitado—, estás en mi territorio, y no te voy a dejar ir, eres mi prisionera. Majo abrió sus ojos, separó los labios, inhaló aire, no le sorprendía su actitud, él era así, siempre conseguía lo que quería, entonces se puso de pie, no le iba a poner el camino tan fácil. —Pues será la única forma de tenerme a tu lado, a la fuerza, a la mala, porque luego de lo que hiciste, lo que habíamos construido se esfumó —declaró ella, lo empujó, requería salir, tomar aire fresco, pensar las cosas con calma, no dejarse llevar por sus emociones, y menos por sus sentimientos, aunque tenía el corazón latiendo a millón, y no sabía si era por su taquicardia, o porque estaba junto a él, a pesar de que estaba muy dolida. Arismendi la tomó del brazo, y luego la agarró de la cintura, la pegó a su cuerpo, la miró a los ojos, su cuerpo entero se estremeció al tenerla cerca. «¡Dios como ansiaba abrazarla, besa
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