René ChapmanMirar dormir a tu pareja, debía ser la octava maravilla del mundo, pensé.El pecho de Ivette subía y bajaba lentamente al ritmo de acompasadas respiraciones. Aun con la boca ligeramente abierta y el cabello hecho un desastre, se ve mucho más bonita que cuando se esfuerza por cuidar su apariencia.Cabeceé, riendo internamente por lo irónico de mi situación.Yo, René Chapman, que no había despertado en la misma más de una vez, estaba aquí, admirando la ensoñación que es la mujer que elegí como esposa.Una perfecta extraña que un día vino a mi despacho, pidiendo que la divorciara de su esposo abusivo. Y que, para colmo de males, este personaje era nada más y nada menos que el imbécil que asesinó a mis padres.A veces sueño con ese día. Es tan vivido, que aun siento la calidez de las manos de mi madre y el repugnante olor a sangre contaminando el ambiente.Sin darme cuenta, había dejado de respirar, mis manos convirtiéndose en puños que anhelaban por golpear la cara de ese ti
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