René Chapman—Yo también quiero preguntar algo —expresé, recorriendo sus muslos con las yemas de mis dedos.—¿Qué es?—Tu tatuaje.—Ah, eso. —Rio—. Me preguntaba por qué no habías dicho nada al respecto desde antes. Se nota que sientes mucha curiosidad al respecto.—¿Y bien?—Me lo hice durante mi último año de la universidad.—¿Cómo acto final de rebeldía?—Qué va.Su sonora carcajada provocaba eco en el cuarto de baño.»—Es algo vergonzoso de hecho. Mi novio del momento me había sido infiel, así que esa noche que me enteré, bebi mucho…—Y amaneciste con ese estupendo tatuaje.—Si.—¿Por qué una libélula?—No lo sé, supongo que porque me gustan.—Agradece que al menos era un profesional. De lo contrario hubieses tenido una porquería tintada en la piel.—De igual modo, es el primero y el ultimo.—¿Por?, claro, —me apresuré a añadir—, no es que te esté incitando a hacerte otro, solo siento curiosidad por saber.—Si te soy franca, tatuarme es algo que nunca me ha interesado, Sin embargo
Ivette RussellHabía pasado el resto de la tarde admirando el nuevo paquete que envió Giuseppe.Ya no se esforzaba por ocultarse, sino, que lo había traído él mismo.—¿Qué sucede?Estuve tan absorta en mis pensamientos, que no reparé en que mi esposo había llegado.—Giuseppe.No necesitaba decir más.—¿Otra vez con sus estúpidos recados?Caminó a paso decidido, tomando el blanco sobre en sus manos.—No. —Di un respingo—. Esta vez ha venido él mismo.—¡¿Qué?!Desde la distancia, pude ver como cada musculo de su cara se tensaba.—Formó un alboroto en la entrada, nuestros vecinos lo vieron —dije muy apenada.—¿Te viste con él?No sé por qué, pero su expresión me pareció la de un hombre traicionado.—Si lo dices de eso, cualquiera podría pensar que te he sido infiel.—¿Se atrevió a pisar mi casa?—No. No se lo permití. Pero estaba muy decidido en ver a la niña al menos por un momento.—¿Y qué has hecho, Ivette? —espetó con desesperación—. Ya deja de darle tantas vueltas al asunto y cuénta
René ChapmanMirar dormir a tu pareja, debía ser la octava maravilla del mundo, pensé.El pecho de Ivette subía y bajaba lentamente al ritmo de acompasadas respiraciones. Aun con la boca ligeramente abierta y el cabello hecho un desastre, se ve mucho más bonita que cuando se esfuerza por cuidar su apariencia.Cabeceé, riendo internamente por lo irónico de mi situación.Yo, René Chapman, que no había despertado en la misma más de una vez, estaba aquí, admirando la ensoñación que es la mujer que elegí como esposa.Una perfecta extraña que un día vino a mi despacho, pidiendo que la divorciara de su esposo abusivo. Y que, para colmo de males, este personaje era nada más y nada menos que el imbécil que asesinó a mis padres.A veces sueño con ese día. Es tan vivido, que aun siento la calidez de las manos de mi madre y el repugnante olor a sangre contaminando el ambiente.Sin darme cuenta, había dejado de respirar, mis manos convirtiéndose en puños que anhelaban por golpear la cara de ese ti
Ivette Russell—Creo que yo no sería capaz de perdonar una cosa así —dijo mi esposo.—Sigues sin saber nada del amor, René Chapman. —Suspiré con cansancio—. El amor es aceptación.—Entonces, tal vez deba ser igual de egoísta también.Sonreí.Parecíamos dos niños peleando por ver quien tenía la razón.—Como sea, no pienso reñir contigo por una cosa tan tonta como esa.—¿La vida te parece algo tonto?—Hablar sobre una posibilidad incierta me parece tonto.Él no daba indicios de que seguía el hilo de mi idea.»—Verás, de todo el tiempo que estuve a la sombra de Giuseppe, y disculpa que te hable de él tan abiertamente, por qué se lo detestas más que a nada en el mundo —hice un paréntesis—, pero necesito sacarlo a acotación, porque creo que este es un punto fundamental para entender mejor la vida.—Y yo creo que le estás dando muchas vueltas al asunto —bufó.Aun sentada sobre la cama, crucé una pierna sobre la otra, logrando obtener una posición mucho más cómoda.—Lo que quiero decir es qu
René ChapmanEn pocas palabras, lo que le había dicho a Ivette era una tosca e inexperta declaración de amor.La mujer se quedó en silencio, por mucho más tiempo del que me hubiese gustado. Y llegados a este punto, estaba realmente nervioso porque no sabía si se trataba de desentendimiento por parte de ella o es que he sido lo suficientemente cursi para dejarla descolocada.—Al menos creo que deberías decir algo —espeté con algo de incomodidad, rascando mi nuca.—Es que… no sé como interpretar eso que acabas de decir.—No tienes que esforzarte por mirarlo con lógica —expresé—. Sólo ha sido un comentario que he hecho sin pensar.Pensé que retractarme sería una muy buena idea, pero la verdad es que casi termino haciéndolo peor.—No. —Rio—. No puedes retractarte después de todo eso que acabas de decir.—Solo para dilucidar la situación —aclaré mi garganta—. Lo que quiero decir es que, a raíz de nuestra convivencia ha surgido cierto grado de empatía de mi persona hacia ti.—¿Tantas palabr
Ivette RussellLos días consecutivos a la visita de Giuseppe transcurrieron tranquilos, y en lo que a mí respecta, normales.René salía muy temprano por la mañana y regresaba muy tarde en la noche. Rara vez coincidíamos para algunas de las comidas y mucho menos había un espacio para la intimidad. Nos limitábamos a dormir uno al lado del otro.Aunque me pareció extraño, después de todos esos bellos momentos compartidos, tampoco quise ser yo la que comentara algo al respecto, sobre su reciente lejanía.La nana de mi hija pelaba verduras muy menudas, mientras yo me dedicaba a observarla con detenimiento.De manera inconsciente, miré las pequeñas, viejas y casi imperceptibles cicatrices que tenía en las manos.Fueron tiempos oscuros que solo logré soportar gracias al impulso que me da mi hija.—Sra.Dennis captó mi dispersa atención.—¿Sí? —sonreí.—Hay algo que me gustaría consultarle.Por la forma en que la anciana se removió en su asiento, supe que esto no era nada cómodo para ella.—A
René ChapmanReí sin un ápice de vergüenza ni culpa.No importa lo que alegara, para Ivette no había una verdad diferente a la que ella había decidido ver.—Muy bien, lo admitiré —dije con desfachatez—. Estoy aquí porque te quiero a ti.—Eres un descarado —espetó, con algo de molestia, disfrazada de ironía—. Vienes, me endulzas el oído, obtienes lo que quieres y luego te vas.Se cruzó de brazos.—Vamos, Ivette. Debes ser racional. Somos dos adultos que solo han tenido sexo una vez después de la boda. ¿En serio crees que podremos soportar mucho tiempo más sin hacerlo?—¡Es que ese el punto! —Elevó ambas manos al cielo—. ¿Acaso tú crees que eres el primero que se ha sentido necesitado?—En ese caso, debiste haber sido la que rompiera el silencio en primer lugar, en vez de esperar a que yo diera ese paso.—¡¿Cómo hacerlo si nunca estás?! —refutó con ironía—. No es que no haya tenido las ganas, es que siempre parecías estar tan involucrado en tus cosas, que sentí que te molestaría con mi
Ivette RussellMis ojos se llenaron de lágrimas, y no pude hacer nada para evitarlo.¿Cómo es posible que este hombre se esté abriendo así conmigo, cuando yo no he hecho más que mentirle a la cara?—René…—No tienes que decir nada. —Sonrió con algo de vergüenza—. Después de todo, ya te he dicho que me he vuelto un poco más blando desde que estoy contigo.—No sabes lo que me estás pidiendo —vociferé, aun entre lágrimas, llevando una mano a mi pecho, para tratar de controlar mis agitados estremecimientos.—Entonces, ¿Si sería algo muy malo para ti? —Formó una fina línea con sus labios.—Por el contrario —sorbí mi nariz—. Creo que sería lo más extraordinario que me ha pasado desde el nacimiento de mi bebé.Por este momento, me permití dejar de pensar en la mentira en la cual se sustentaba este matrimonio. Quise ser egoísta al menos por esta vez y pensar sólo en mí.¿Qué tan malo sería algo de ilusión después de tantos días tristes?»—Sabes. —Limpié mis lagrimas sin una pizca de delicadez