Julius ZanattaSonreí abiertamente.Nunca estuvo en mis planes. Pero, tal parece que la guerra entre Ivette y yo había iniciado.—Jactarte de algo provisorio, es la cosa más estúpida que puedas hacer.—Como sea —chasqueó la lengua—. No tengo tiempo para perder, mucho menos contigo.La seguí de cerca, monitoreando cada uno de sus movimientos.Al entrar a su habitación, la vi agachada frente a la mesilla de noche.—¿Qué es eso que tienes ahí? —pregunté con genuina curiosidad, observando el paquete que ahora tenía en las manos.—No lo sé —dijo—. Mi padre me lo ha dado, dijo que sería una especie de seguro.—¿Un seguro?Mi mente empezó a viajar a tres mil por segundo.»—Será posible que él…—¡No! —espetó, a la inmediatez, llena de indignación—. No creo que mi padre pueda…La miré con obviedad.—Por favor, Ivette. Te obligó a casarte con un hombre que no conocías. ¿Por qué no sería capaz de entregarle tu hija a ese mismo sujeto?—Te equivocas, Jul. Papá… él se veía realmente muy abatido. Y
René Chapman La sensación de haber sido burlado es algo que no se irá fácilmente. Pero la desesperación que me causa no saber sobre el paradero de mi hija, no tiene comparación.Aunque a regañadientes, Michael terminó haciendo lo que le pedí y eso era un punto a mi favor.No sé cuánto tiempo de ventaja me lleva, pero al menos le pondría difícil salir de la ciudad.Si alguna deidad me acompañaba durante este proceso, al finalizar el día habría acabado este tormento.Llevar a Tabatha con su madre y que ella esté bien, es lo que más deseo.La pantalla de mi celular se activó, anunciando una llamada entrante.—¿Abuelo?Fruncí el ceño.—La gente no para de hablar de lo mismo. Y quiero que seas tú quien me diga si es o no, verdad.—Pues, últimamente con todo lo que se habla de mi es hate. Así que deberías ser más específico, abuelo.—¿Irrumpieron en tu casa y se llevaron a tu hija?—Eso no es del todo cierto, abuelo.—Ay, que alivio. En verdad...—Tabatha fue secuestrada, pero nadie ha irr
Ivette Russell—¿Qué diablos es esto? —La mirada de Jul viajaba del papel a mi.—Yo... —Vamos, Ivette. ¿Supiste esto todo este tiempo? —Me encaró.Como no dije nada, añadió:»—Esto es increíble. Aún cuando no espero nada de ti, logras decepcionarme.—Espera un momento. —Llevé ambas manos a mi pecho—. ¿Podrías considerar el hecho de que el único que no lo sabías eras tú? —espeté—. Para ya de darlo todo por sentado cuando se trata de mi. Es realmente molesto.—¿Qué estás diciendo?Su rostro pasó de molestia a dolor.—Que René no te lo haya dicho, no es para nada mi problema.—¿Por qué se guardaría para sí mismo algo como esto?—Cuando lo veas, deberías preguntarle.—No puede ser... —Cabeceó—. Si él... si lo supo desde un principio, ¿Cómo fue que accedió a casarse contigo? —inquirió.Definitivamente, esto era un montón de cosas para procesar.—Prosigamos mirando los documentos, por favor. —Te utilizó como parte de su venganza, ¿Es eso?—Te lo dije, Jul. No soy quien para responder a un
René ChapmanVolar nunca había sido un problema para mí, pero hoy me sentía particularmente ansioso.—Los tenemos.—¿Qué?Miré a Michael, quién tenía el teléfono en sus manos.—Está aquí. La tenemos.Señaló algo en el GPS de su celular y pronto cambiamos el rumbo del vuelo.—Gestión de activos ubicó el auto donde se marchó la niñera.—¿Está registrado en cámara?—No es la mejor toma, pero haré que la depuren. Tenemos algo grande. Con esto no hay manera que el juez se niegue a dar una sentencia justa.Di unas cuantas palmadas en la rodilla del gobernador, sintiéndome muy agradecido.—Jamás olvidaré esto, Michael.—Con que sigas financiando mis campañas, es suficiente para mí. —Rio.Decidimos bajar en el próximo helipuerto, para seguirlos de manera terrestre.La comitiva de Michael ya la tenía rodeada y yo moría por ver los ojos de esa perra traidora.Desde que toda esta pesadilla había iniciado, me maldije a mi mismo por escuchar a Ivette y no investigarla. Si hubiese hecho valer mi
Ivette RussellMiré el reloj con preocupación, por cuarta vez en menos de media hora.—El tiempo no avanzará más rápido, solo porque veas el reloj.—Ya casi se puso el sol, no entiendo porque aún no me llama.—Estoy seguro que cuando haya nuevas noticias, a la primera persona que llamará será a ti.—Dios, Jul. La espera me está matando.—Respira y se paciente. —Formó una línea con sus labios—. No puedo decirte que te calmes, porque estar en tu situación debe ser desesperante.—¿Y tus contactos aún no te han dado respuesta? —Arqueé las cejas.—Nada aún. Pero no...—¿Desespere? —Lo miré con cara de pocos amigos.Cuando el hombre se disponía a decir algo, su teléfono repicó.—¿Sí? —Contestó de inmediato.—¿Quién es? —Moví mis labios para que me entendiera.—Sí. Está aquí... —Continuó hablando, alternando la vista entre mi persona y los documentos que estaban esparcidos sobre la mesa.»—Déjame ver qué puedo hacer.Después de esa última línea, simplemente cortó la comunicación.—¿Qué pasa?
René ChapmanYa lo había decidido y no existe nada que me haga cambiar de opinión.—No precio seguiré en esto. Ni siquiera mi carrera política entera vale todo lo que pienses hacer.—Me haré responsable por todo.—No es el hecho de que te responsabilices. Es que es una locura. No puedes prender la ciudad en llamas solo por una niña.—¡No es solo una niña! —Elevé el tono de voz—. Es mi hija. Y si tengo que quemar esta y cuatro ciudades más, entonces lo haré. No me pidas que haga algo diferente, cuando le he prometido a su madre que la llevaría de regreso a sus brazos. En ese instante, uno de los hombres de Michael se acercó a nuestro pequeño y retirado circulo.—Sres. —Hizo un asentimiento —. Se ha detectado moviendo en la mansión Roa.El gobernador y yo nos miramos a la cara.—Envía a un par de hombres allí. Iré por mi cuenta, no te verás involucrado directamente, lo prometo —dije a la carrera, mientras Michael me entregaba las llaves un auto. Lo que, básicamente, había servido de c
René Chapman, época actual.Saludé a unas cuantas personas y esquivé tantas otras como pude, durante mi ascenso al último piso.Con mi abuelo enfermo y sus demandas tan abrumantes, lo último que necesitaba era perder el tiempo en pláticas sociales.—René. —Oí a mis espaldas que alguien me llamaba.—Abogado René o doctor, en su defecto —dije con detenimiento, observando a la mujer que me había interceptado a la entrada de mi despacho.—Disculpe, abogado. —Esta aclaró su garganta—. Verá, estoy aquí porque he investigado sobre el mejor abogado del país y es su nombre el que ha salido en el buscador.Mi rostro no se inmutó ni un sólo instante porque, aunque presuntuoso, ya estaba acostumbrado a este tipo de comentarios por parte de los demás.—No creo que ese haya sido el único motivo de su visita —la alenté a seguir hablando, mientras daba un rápido vistazo a mi reloj de bolsillo.Clásico y elegante.Podría usar un reloj de muñeca como todos los demás, pero yo no era parte del resto.—Ne
Ivette Russell, dos años atrás.—Oh, Srta. Por mucho será la novia más bonita de todas —dijo mi nana, quien, hasta ahora, era la única persona con la cual se me permitía seguir en contacto.—Por favor nana… —Bajé del pequeño estrado, tomando sus manos con ferviente desesperación—. Si hay alguien que puede ayudarme a librar este infierno, esa eres tú. No me dejes aquí, no dejes que me case con él.Las esquinas de los ojos de la anciana se contorsionaron por el pesar.—No me pidas eso, Ivette. No lo hagas, cuando sabes que no soy capaz de ayudarte. Ahora mismo sólo soy una vieja inservible para ti.—Entonces ven conmigo —propuse—. Salgamos de aquí y vayámonos lejos. Conseguiré un empleo y viviremos bien, nos mantendré a las dos.—Oh, mi niña. —Rio, dando un par de palmadas en mis manos—. La vida no es tan sencilla allá afuera, no con tiburones al acecho. Lo mejor será que aceptes tu destino.Y vaya destino de mierda.—Por favor, déjame sola —pedí—. Las maquilladoras vendrán en unos minu