Ivette RussellMis ojos se llenaron de lágrimas, y no pude hacer nada para evitarlo.¿Cómo es posible que este hombre se esté abriendo así conmigo, cuando yo no he hecho más que mentirle a la cara?—René…—No tienes que decir nada. —Sonrió con algo de vergüenza—. Después de todo, ya te he dicho que me he vuelto un poco más blando desde que estoy contigo.—No sabes lo que me estás pidiendo —vociferé, aun entre lágrimas, llevando una mano a mi pecho, para tratar de controlar mis agitados estremecimientos.—Entonces, ¿Si sería algo muy malo para ti? —Formó una fina línea con sus labios.—Por el contrario —sorbí mi nariz—. Creo que sería lo más extraordinario que me ha pasado desde el nacimiento de mi bebé.Por este momento, me permití dejar de pensar en la mentira en la cual se sustentaba este matrimonio. Quise ser egoísta al menos por esta vez y pensar sólo en mí.¿Qué tan malo sería algo de ilusión después de tantos días tristes?»—Sabes. —Limpié mis lagrimas sin una pizca de delicadez
René ChapmanSentir como su cuerpo se iba relajando bajo mi tacto, me hacía sentir realmente en la cima del mundo. Pues, que una persona tan huraña y renuente como Ivette se permitiera bajar sus barreras conmigo, sólo puede significar una cosa: confía en mí.Me aseguré de recostarla sobre la cama, con el mayor cuidado posible de no perturbar su sueño.Tomé mis prendas del suelo, saliendo de la habitación, como un ladrón en medio de la noche.Me vestí en pleno pasillo, antes de echar un vistazo a la habitación de la bebé, la cual dormía con mucha calma.Sonreí internamente al ver que hasta en sus sueños era una niña feliz.Ahora que sabía que las mujeres de la casa dormían cómodamente, me dispuse a salir de la villa. Rápidamente, el nuevo jefe de seguridad se apersonó a mi encuentro.—Sr.—Buenas noches.—Buenos días —corrigió, con algo de vergüenza.Introduje una mano en el interior de mi traje para verificar la hora en mi reloj de bolsillo y, en efecto, ya nos auguraba un nuevo día.
Ivette RussellSentí un enorme vacío en mi pecho y una gran decepción al despertar y no ver a René a mi lado.Desde anoche que se ha ido, no supe de él y tampoco intenté contactarlo.Pasé las primeras horas de la mañana mordiéndome las uñas, hasta que finalmente la puerta principal de la villa se abrió y René atravesó por ella.Un tic nervioso hacía que me saltara el ojo izquierdo, como producto del estrés y la preocupación.—Buenos días.El desfachatado se atrevió a rodearme por la cintura, para estamparme un gran beso en la frente.»—Hmmm —saboreó—, veo que mi mujer amaneció particularmente molesta la mañana de hoy —susurró, jugando con mi cabello.—¿Acaso te parece gracioso? —Lo aparté de una—. ¿Cómo pudiste irte así en medio de la noche sin decir nada? —A estas alturas, ya había elevado mi tono de voz, dos tantos—. ¡No sabes lo angustiada que estuve!René Chapman, un hombre al que le gustaba tener la última palabra, ahora mismo estaba callado. Y eso, me hacía sentir aún más furibu
René ChapmanTerminar de consolidad los recaudos para el traspaso de propiedad, fue la cosa más sencilla del mundo.Mi esposa estaba a solo una firma de ser la nueva dueña del refugio de vida marina que anteriormente se utilizaba para legitimar capitales.Mucho más allá de regalarle una propiedad a mi mujer, estaba propiciando que tuviese un nuevo propósito que vaya más allá de ser madre. Tal vez no ahora, pero seguro que con esto tendría algo que hacer más adelante, cuando Tabatha y su hermanito o hermanita, tuviesen la edad suficiente para ir a la escuela.Pensarla radiante y feliz, me hacía sonreír internamente.—¿Algo más, Sr.? —preguntó la mujer del otro lado de la vitrina, terminando de darle los últimos retoques al arreglo que he comprado para mi preciosa.—Nada más —dije complacido, mirando la obra de arte que ha hecho la mismísima dueña de la tienda:Margaritas azules, amarillas y blancas, perfectamente ubicadas para recrear la noche estrellada de Van Gogh.Uno de los emplead
Ivette RussellDentro de todo, no me sorprendía ni un poco su declaración. Y es que, nos hemos acercado lo suficiente en estos últimos días, como para que terminara siendo inevitable que este tipo de lazos surgiera entre los dos.Coloqué una mano en su pecho para acercarme lo suficiente a su cara.—Eres una gran persona, René. Y en verdad lo lamento tanto.Dejé que mis húmedos labios se posaran sobre los de él, por una fracción de segundo.—¿Qué es lo que sientes? —dijo con un poco de aflicción.No poder ser completamente genuina contigo, pensé.—Que hayas tenido que atravesar por cosas tan feas a una corta edad —dije en cambio, y eso, no era del todo mentira.—Fuiste un niño valiente y ahora de hombre, lo eres más. Eres maduro, sensato, responsable y atento.—Apuesto que soy el mejor marido que has tenido —bromeó.—Y el mejor amante también.—Harás que mi ego rompa el techo de la casa.—Y vaya que lo disfrutas.—Solo cuando eres tú quien dice una cosa así. Pero, ya hablaremos de eso,
René ChapmanLos últimos días al lado de mi esposa, habían sido realmente sensacionales. La química que se despertó entre ambos, es algo que jamás había llego a experimentar en ninguna de mis relaciones pasadas.Ivette se habían ganado un lugar en mi corazón y de eso, cada vez había la mejor duda. Ella y la niña se han vuelto una prioridad para mí.En cuanto a Giuseppe, no supimos nada más de él en un buen rato. Lo que solo me hacía pensar que se estaba preparando para su siguiente jugada, por lo que no me podía permitir bajar la guardia ni un solo instante.Tratándose de él, cualquier cosa puede pasar.—Amor, ¿Qué tal me veo? —mi mujer llevaba alrededor de media hora probándose el atuendo adecuado para ir a la casa de mi abuelo.Volví mi mente al presente, obligándome a salir de mi ensimismamiento, para prestar atención al monumento señorial que estaba parado frente a mí.—Tan perfecta como las nubes del cielo —musité.—Las nubes son irregulares y con formas extrañas. —Hizo una mueca
Ivette RussellMi sonrisa se congeló en el acto. Y pasé de estar rebosante de felicidad a sumirme en un oscuro y profundo hueco de agonía y depresión.Pude haberle pedido a mi esposo que nos fuéramos, con la excusa de sentirme indispuesta. Pero, por su cara, es más que evidente que sabes quiénes son ellos.—Oh, Sr. y Sra. Russell. —El abuelo de René abrió los brazos en su máxima expresión para darles una calurosa bienvenida.Empequeñecida, no me quedó de otra que guardar mi impotencia en el baúl más oscuro de mi conciencia.—Mi amor.Sentir al cálido y protector tacto de mi marido, me devolvió un poco de tranquilidad.—René… —sollocé, luchando por reprimir las ganas de llorar.—Actúa normal, todo está bien, Mientras yo esté aquí, ustedes estarán bien —aseguró, tomándome de la mano.El protocolo de saludo entre mis padres y el Sr. Chapman, ha durado mucho más de lo que hubiese imaginado, apuntando, claramente, que esta no es la primera vez que se topan.Di una gran exhalación, forzando
René ChapmanLas cosas ya habían sido lo terriblemente malas para ella, como para seguir poniéndoselo difícil.—Eres mi más bonita y certera decisión, mi cielo.Una ligera exhalación se filtró entre sus labios, llena de anhelo, tristeza y nostalgia.»—No vale la pena recordar lo malo, Ivette. —Entrelacé nuestros dedos—. Suelta el pasado y permíteme tomar tu mano cada día.Ella elevó nuestras manos unidas, llevándola a sus labios.—No sabes lo feliz que me haces, René Chapman. Tan feliz, que mi pecho duele —sollozó.—¿Por la emoción? —Medio sonreí.—Por la culpa.Ladeé la cabeza un poco, sin entender a qué se podía estar refiriendo ahora.—Mi amor…—No. —