Valentía

René Chapman

Terminar de consolidad los recaudos para el traspaso de propiedad, fue la cosa más sencilla del mundo.

Mi esposa estaba a solo una firma de ser la nueva dueña del refugio de vida marina que anteriormente se utilizaba para legitimar capitales.

Mucho más allá de regalarle una propiedad a mi mujer, estaba propiciando que tuviese un nuevo propósito que vaya más allá de ser madre. Tal vez no ahora, pero seguro que con esto tendría algo que hacer más adelante, cuando Tabatha y su hermanito o hermanita, tuviesen la edad suficiente para ir a la escuela.

Pensarla radiante y feliz, me hacía sonreír internamente.

—¿Algo más, Sr.? —preguntó la mujer del otro lado de la vitrina, terminando de darle los últimos retoques al arreglo que he comprado para mi preciosa.

—Nada más —dije complacido, mirando la obra de arte que ha hecho la mismísima dueña de la tienda:

Margaritas azules, amarillas y blancas, perfectamente ubicadas para recrear la noche estrellada de Van Gogh.

Uno de los emplead
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