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Todos los capítulos de La divorciada del CEO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Sueños funestos
René ChapmanDormía tan plácidamente, hasta que un sonido extraño me hizo volver en sí.Abrí los ojos lentamente, enfocando el techo de la habitación. Estuve muy atento por varios segundos, convencido de que solo se había tratado de mi imaginación, me dispuse a cerrar los ojos, para volver a conciliar el sueño.Justo en ese momento, volví a escuchar ese sonidito. En un principio pensé que era un gruñido, pero después de analizarlo mejor, me parecía más bien como un quejido.Apoyé ambos codos en la cama, incorporándome lo suficiente para orientarme. La única iluminación de la habitación, provenía del exterior. Pero fue suficiente para que cayera en cuenta que estaba en la habitación matrimonial de la casa de Tabatha. E, indiscutiblemente, el bulto que estaba a mi lado, arropado de pies a cabeza, no podía ser otra que Ivette, mi esposa.Con mucho cuidado de no despertarla, retiré las sábanas sutilmente, para encontrarme con una escena que en verdad logró partirme el corazón.La expresió
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Los Chapman a bordo
Ivette RussellAun no me acostumbraba a la personalidad tan cambiante del hombre que tengo por esposo. Y en parte, creo que se debe a que todavía no confiamos lo suficiente el uno en el otro. No obstante, debó ser honesta y reconocer que él está poniendo empeño en la cosa.Mientras él jugaba con Tabatha en el comedor, yo terminaba de preparar las guarniciones para nuestro desayuno.—No lo puedo creer —Rio—. Ivette, ¡Tienes que oír esto! —dijo con especial emoción.Me aseguré de lavar y secar muy bien mis mansos antes de caminar hacia ellos.—¿Qué pasa? —pregunté animadamente, con un a sonrisilla en mis labios.—Creo que he oído a la niña decir algo —sus ojos y boca estaban bien abiertos por la conmoción.—¿Qué?, ¿De verdad? —lo miré con extrañeza—. Si he intentado varias veces que diga algo diferente a “Aggfdgsg”—No, en serio dijo algo. Presta atención.La niña estaba sujeta de ambos dedos índices de su padrastro, mientras miraba con atención cada uno de sus movimientos.»—Vamos, peq
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Pánico en altamar
René ChapmanLa tensión sexual entre Ivette y yo crecía a cada momento del día. Sin embargo, no era mucho lo que podía intentar, mientras Tabatha estuviese con su madre.Después de tanto insistir, logré que se metiera en el agua, con la condición que yo debía permanecer a bordo con la bebé.La elección de traje de baño no era mi preferida. Pues, ese modelo de una sola pieza, solo servía para ponerme más ansioso sobre los secretos de su cuerpo.Más temprano, cuando la sorprendí amamantando a la niña, había sentido toda clase de espasmos con solo ver un poco de su pecho.¿Qué pasará cuando la tenga completamente desnuda y a mi merced?Estaba tan perdido en mis pensamientos, que no me di cuenta que la protagonista de ellos se aproximaba hacia mí.—Se ha quedado dormida —espetó, apoyando los codos en el borde, aun con la mitad de su cuerpo en el agua.—¿Ah?Me tomó un segundo caer en cuenta a qué se refería.»—Ah, la niña. Si, se ha dormido.—Ven, llevémosla al camarote —dijo, alcanzando
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Oleajes de amor
Ivette RussellYo misma había iniciado este juego peligroso con René y ahora no sabía, ni quería detenerlo.Sus firmes manos me sujetaban de la espalda, mientras comía mi boca con una voracidad insaciable.Un gruñido gutural salió de su garganta y yo me paralicé.Por un momento, tuve un flashback de momentos oscuros del pasado.—¿Qué pasa? —Se detuvo un momento, alejándose lo suficiente para mirarme—. ¿He hecho algo que no debía?—No es nada —mentí, evitando mirar sus ojos, antes de volver a intentar besarlo.El esquivo mi movimiento, sujetando mi barbilla.—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿No? —Arqueó las cejas.—Eres la primera persona con la que estoy después de… mucho tiempo —aclaré mi garganta—. Sólo me he puesto un poco nerviosa, es eso.—Entiendo…En sus labios bailaba la sombra de una sonrisilla que no lograba entender. No obstante, cuando acuno mi rostro entre sus manos, él pudo transmitir una energía sombrosa a través de mi torrente.Depositó un tierno y lento beso en m
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Nada cambió
René ChapmanPodría decir que esta había sido la noche más espectacular de mi vida, pero sería un total farsante.Aunque buena amante, Ivette necesitaba mucho más que eso para cautivar mi corazón. Pero no seré un canalla al no reconocer que me ha hecho pasar un rato agradable.¿Lo mejor de todo?Después de nuestro encuentro, ninguno de los dos sintió la presión de banalidades como halagos o palabras bonitas.Miré sobre mi hombro, desde la posición en la que me encontraba y allí estaba ella. De pie en la proa, enseñándole a nuestra pequeña bebé un grupo de delfines que asoman sus lomos en la superficie.Ahora que la había visto en todo su esplendor, su cuerpo me parecía el más real de todos. Llenos de pequeñas cicatrices, manchitas y estrías. Y, aun así, no dejaba de ser sublimemente precioso.—Arribamos en media hora —informó el capitán, consultando el radar de vez en cuando.—Muchas gracias. —Di un ligero asentimiento, como muestra de respeto, antes de bajar y reunirme con mi esposa.
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Mas paquetes
Ivette RussellSeré muy sincera: el reciente comportamiento de mi esposo me ha dejado realmente desconcertada.Sé que es poco lo que llevamos de conocernos, pero jamás me imaginé que sería así de patán.¡¿Cómo es que ha podido irse sin despedirse de mí?!Exhalé con frustración, terminando de cambiarle el pañal a la bebé. Y me sentí culpable al mismo instante.Tabby no tenía la cupa de nada de lo que estaba ocurriendo entre su madre y su esposo. Pero aquí estaba yo, con el ceño fruncido delante de ella.—Tu mami está un poco zafada de la cabeza, bebé. Pero lo sabes de sobra. —Reí.Aunque su habitación estuviese llena de todo tipo de juegos, preferí tomar una cubeta para hacer castillos de arena en nuestro patio.Los hombres de seguridad estaban apostados lo suficientemente cerca como para no ponerme nerviosa, por lo que sólo me dediqué a disfrutar cada segundo al lado de mi hija.No necesitaba mucho más que su risa, para cambiar mis oscuros pensamientos a unos muy optimistas y alegres.
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Fuerte y claro
René ChapmanNo sé si me ha dado más coraje que me haya mentido todo este tiempo o que se pusiera a llorar cuando la confronté diciéndole la verdad.—Mi hombre de confianza, quien estuvo conmigo por más de diez años, fue despedido por no advertir a un recadista. ¿Crees que alguno de los nuevos empleados se arriesgaría a dejar pasar por alto algo así?—¡Esto es insólito! —vociferó.—¿Insólito? —me burlé—. Insólito es que creas que puedes mentirme a la cara, así como así.A estas alturas, ya sosteníamos una fuerte y acalorada discusión en medio del pasillo.—Si, ¡Te he mentido! —escupió—. ¿Quieres que me disculpe por ello? —dijo de manera retorica—. ¡Pues no puedes estar más equivocado!—Por favor, Ivette. ¿Crees que a una persona como yo le interesan las disculpas de alguien?No mentía en lo absoluto.—En ese caso, no veo cuál es el curso que lleva esta discusión. Ya admití mi engaño, tú no quieres una disculpa y a mi no me apetece disculparme. Fin de la situación.Muy relajada, ella p
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La mejor venganza
Ivette Russell—No pienso volver a ser la sumisa de nadie. Y si pretendes que soportaré malos tratos solo porque nos proteges de Roa, eres un imbécil. Jamás permitiré que me vuelvan a poner una mano encima.—No lleves las cosas al extremo, Ivette…—Si tienes razón es en una cosa. —Lo encaré—. Y es que no sabes convivir con otras personas, eres prepotente y siempre quieres tener la última palabra. Es poco tiempo el que hemos compartido, pero me doy cuenta que sí.—No me hagas ver como un monstro.—Entonces no seas uno.A mi nadie me diría que estaba exagerando sobre lo que sentía y mi dolor.—Fui imprudente por gritarte y no calmarme cuando me pediste que lo hiciera. Si te he tomado del brazo, jamás fue con la intención de lastimarte. No soy un hombre violento, Ivette. Jamás te haría algo así.—Lamentablemente, no puedo creerte René. No es la primera vez que escucho esas palabras. De tanto oírlas, ahora tienen poca credibilidad para mí.—Es injusto que me compares con el padre de tu hi
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Viejos hábitos
René ChapmanEn verdad pensé que Ivette no sería capaz de perdonarme tan rápido, pero cuando sus sutiles manos se entrelazaron con las mías y la rigidez de cuerpo cedió ante el mío, supe que tenía la mitad del camino ganado.De manera inconsciente la he lastimado físicamente y eso es algo que me hacía sentir incomodo.Sobre todo, porque jamás había puesto una mano sobre una mujer a menos que sea para hacerla sentir agotador e incansable placer.El maltrato doméstico es algo que aborrezco con todo mi ser. Es por ello que cuando mi esposa me ha acusado, me sentí totalmente contrariado.—No te he perdonado. De hecho, siento mucho rencor hacia ti, ahora mismo.—Entonces, ¿Por qué no eres capaz de soltar mi mano? —Cuestioné.—Placer.—¿Placer? —Arqueé las cejas.—¿Acaso crees que eres tú el único que tiene derecho a usarme?—No te ha usado para una cosa diferente a vengarme de tu exmarido. —Aparté el cabello de su cara—. Creo que eso ya lo platicamos.—De igual modo.Reí a carcajadas, al n
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La vida es un espejo
Ivette RussellMirar el estado en el que estaba Julius me ponía muy incómoda. Pero no porque me asqueara, ni nada por el estilo. Por lo contrario, si hay una cosa con la que no he aprendido a lidiar todavía, es con mis demonios del pasado.Diligentemente, puse manos a la limpieza, mientras René se encargaba de su aseo personal.—¿Necesitas ayuda? —Mi esposo me miró con algo muy parecido a la vergüenza.—Está bien. Terminaré aquí en un momento. —Asentí, volviendo a centrar la atención en el trapeador.A pesar de lo serio que pintaba la situación, ninguno de los dos tuvo la valentía suficiente para hablar de ello.Aun rechazando su ayuda, él se quedó a mi lado, mirándome trabajar en silencio. Quise abrir la boca para preguntarle por qué aún no había dicho nada, si es más que obvio que desde hace rato quería decirlo.—Cuando Julius despierte, tengo que llevarlo a un lugar.Por fon rompía el silencio.—¿Te irás de viaje?—Estaré fuera de la ciudad por unas horas, sí.—Él… —La incomodidad
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