Viejos hábitos

René Chapman

En verdad pensé que Ivette no sería capaz de perdonarme tan rápido, pero cuando sus sutiles manos se entrelazaron con las mías y la rigidez de cuerpo cedió ante el mío, supe que tenía la mitad del camino ganado.

De manera inconsciente la he lastimado físicamente y eso es algo que me hacía sentir incomodo.

Sobre todo, porque jamás había puesto una mano sobre una mujer a menos que sea para hacerla sentir agotador e incansable placer.

El maltrato doméstico es algo que aborrezco con todo mi ser. Es por ello que cuando mi esposa me ha acusado, me sentí totalmente contrariado.

—No te he perdonado. De hecho, siento mucho rencor hacia ti, ahora mismo.

—Entonces, ¿Por qué no eres capaz de soltar mi mano? —Cuestioné.

—Placer.

—¿Placer? —Arqueé las cejas.

—¿Acaso crees que eres tú el único que tiene derecho a usarme?

—No te ha usado para una cosa diferente a vengarme de tu exmarido. —Aparté el cabello de su cara—. Creo que eso ya lo platicamos.

—De igual modo.

Reí a carcajadas, al n
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