Ivette Russell, dos años atrás.—Oh, Srta. Por mucho será la novia más bonita de todas —dijo mi nana, quien, hasta ahora, era la única persona con la cual se me permitía seguir en contacto.—Por favor nana… —Bajé del pequeño estrado, tomando sus manos con ferviente desesperación—. Si hay alguien que puede ayudarme a librar este infierno, esa eres tú. No me dejes aquí, no dejes que me case con él.Las esquinas de los ojos de la anciana se contorsionaron por el pesar.—No me pidas eso, Ivette. No lo hagas, cuando sabes que no soy capaz de ayudarte. Ahora mismo sólo soy una vieja inservible para ti.—Entonces ven conmigo —propuse—. Salgamos de aquí y vayámonos lejos. Conseguiré un empleo y viviremos bien, nos mantendré a las dos.—Oh, mi niña. —Rio, dando un par de palmadas en mis manos—. La vida no es tan sencilla allá afuera, no con tiburones al acecho. Lo mejor será que aceptes tu destino.Y vaya destino de mierda.—Por favor, déjame sola —pedí—. Las maquilladoras vendrán en unos minu
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