Era un ángel que caminaba entre ellos, unos simples mortales, que tenían la dicha de poderla ver. Pero uno era él más afortunado de todos y del que sentía una profunda envidia, porque gozaba con la suerte que ella había puesto los ojos en él, que le permitía tomar sus labios, entrelazar sus manos y quien podía adorarla cada vez que la poseía. Como siempre deseaba algo que no obtendría, pues simplemente ella nunca le dirigió ni una mirada, para ella no existía, solo el hombre que iba a su lado. La deseaba en secreto, en sus mejores sueños la tenía entre sus brazos amándola, tal parecía que así viviría por el resto de su vida, no tendría el valor de acercarse para hablar de sus sentimientos, pues ella nunca se fijaría en él. Se preocupó al ver que no iba a la universidad, que pensó que le hubiera pasado lo peor, más que su novio tampoco aparecía por los pasillos. Preguntando se enteró que ese hombre había sido el más tonto del mundo al dejarla libre, sintió una pisca de valentía, plan
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