Me acerco a su cama, necesito constatar que todo está bien con ella, que lo que dijo el médico ha sido una gran equivocación. Ella no puede estar enferma, mi vieja no puede dejarme. ¡Se lo prohíbo!―Nana…Abre los ojos al escuchar mi voz. Su semblante es pálido, parece cansada. Fuerzo una sonrisa, a pesar de que los seis pares de músculos involucrados se niegan a hacerlo.―Hijo ―extiende su mano para que la tome―, siento mucho haberme ido de la casa esa manera.Niego con la cabeza. Aquí el único culpable de todas las desgracias, soy yo.―No, Nana, tú no tienes nada de que disculparte ―sujeto su mano arrugada y llena de manchas y la envuelvo entre las mías―, en tal caso soy yo quien debe pedirte perdón por haber sido un… ―me cuesta mucho articular palabra―. No te merezco, vieja, tú me lo has dado todo, en cambio, yo… ―esboza una dulce sonrisa, al mismo tiempo en que las lágrimas surcan su rostro envejecido―. Eres lo más importante que hay en mi vida, mamá ―le confieso con el corazón en
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