―¿Está todo bien, Priscilla? Asiento en respuesta. Acabo de cortar con ese pasado doloroso del que no guardo ningún buen recuerdo. ―Sí, Nana, todo está bien. John toma mis maletas y las guarda con el resto de nuestras cosas. Me abre la puerta del auto y me invita a subir. ―Gracias, John, eres muy amable. Sonríe satisfecho y vuelve a hacer una de sus graciosas reverencias. ―Para servirle, Milady. Rodea el auto y ocupa el puesto del conductor. Entrelazo mi mano con la de la Nana y la aprieto con fuerza. Sé que le dije que estaba lista para volver a la casa que compartí junto a mi amado esposo, sin embargo, no sé si esté preparada para hacerlo. ―No te preocupes, Priscilla, voy a estar contigo. Giro mi cara y la miro a los ojos. ―Vamos a estar bien, Nana, y me contenta tenerte conmigo. Trago grueso. ―John, por favor, llévanos a casa. Con manos temblorosas, le entrego la dirección. Volver allí es una decisión bastante difícil y dolorosa, pero no puedo arriesgarme a deambular s
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