Nos leemos más tarde!!
No puedo dejarla ir sin que aclaremos esta situación. Me duele verla tan devastada, pero no hay cabida en mi vida para nadie más. Por mucho daño que le haga lo mejor será que se vaya acostumbrando al hecho de que esa niña se irá de esta casa. Haré las gestiones necesarias para entregarla a las autoridades antes de que se encariñe demasiado con ella y la situación empeore. Debí deshacerme de esa niña desde el primer día en que esa loca se atrevió a dejarla abandonada en este lugar. ―Espera, por favor, no quiero que te vayas sin que antes hablemos y entiendas mi punto de vista. Detiene sus pasos y se da la vuelta. Hay decisión en su mirada. ―¿Qué hay con Priscilla y con nuestro acuerdo de ayudarte a conquistarla? ¿Conquistarla? ¿De qué diablos habla? Nunca tuvimos esa conversación. ―Yo no tengo ninguna intención de conquistar a esa mujer, Nana. Si quisiera algo con ella, no necesitaría de ninguna ayuda para convencerla y llevarla a la cama―siento ser tan directo, pero solo le estoy
Mis manos no han dejado de temblar desde que empezamos a recoger todas nuestras cosas. Entiendo que, lo que hizo Anthony fue algo vergonzoso y condenable, pero no creo que sea conveniente que ella salga de esta casa, sobre todo, después de saber sobre su delicado estado de salud. Estoy muy preocupada. Temo que esta situación la afecte de manera negativa. ―En aquella libreta que vez allí ―me señala hacia la mesita de noche―, encontrarás un directorio de teléfonos, busca el nombre de John ―me explica―, él es el chico al que regularmente llamo para que me lleve a realizar las diligencias. Es de mi entera confianza. Hago lo que me pide a pesar de sentirme más insegura que nunca. Saco la libreta de la gaveta y busco el nombre del joven. ―Lo encontré, Nana. Le indico al acercarme a ella. ―Toma ―me entrega un móvil de última generación que parece haberse usado muy poco―, quiero que te lo quedes ―niega con la cabeza―. No lo necesito ―sonríe con tristeza―. Mi hijo me lo regaló el año pasad
―¿Está todo bien, Priscilla? Asiento en respuesta. Acabo de cortar con ese pasado doloroso del que no guardo ningún buen recuerdo. ―Sí, Nana, todo está bien. John toma mis maletas y las guarda con el resto de nuestras cosas. Me abre la puerta del auto y me invita a subir. ―Gracias, John, eres muy amable. Sonríe satisfecho y vuelve a hacer una de sus graciosas reverencias. ―Para servirle, Milady. Rodea el auto y ocupa el puesto del conductor. Entrelazo mi mano con la de la Nana y la aprieto con fuerza. Sé que le dije que estaba lista para volver a la casa que compartí junto a mi amado esposo, sin embargo, no sé si esté preparada para hacerlo. ―No te preocupes, Priscilla, voy a estar contigo. Giro mi cara y la miro a los ojos. ―Vamos a estar bien, Nana, y me contenta tenerte conmigo. Trago grueso. ―John, por favor, llévanos a casa. Con manos temblorosas, le entrego la dirección. Volver allí es una decisión bastante difícil y dolorosa, pero no puedo arriesgarme a deambular s
Le he estado dando vuelta a mis pensamientos dentro de mi cabeza y analizando las extrañas situaciones que han estado sucediendo durante estas últimas horas, pero no logro llegar a una conclusión definitiva. ―¿En algún momento me dirás lo que está pasando? Abandono mis pensamientos y lo miro a la cara. ―Te lo explicaré todo en cuanto lo descubra. Me mira confuso. ―¿Qué carajos, Tony? ―pregunta desconcertado―. Has estado actuando de manera extraña desde que regresaste ―alterna su mirada preocupada entre mi cara y la carretera―. Me siento confuso con tu extraño comportamiento. Entiendo su frustración, si estuviera en su lugar, también estaría preocupado por él. Respiro profundo. No sé a dónde nos va a llevar esta extraña situación. ―Agradezco tu preocupación por mí, Wilson ―confieso de corazón, algo que parece estar sucediendo con mayor frecuencia―. Te prometo que, si encuentro las respuestas que estoy buscando en este lugar, te diré todo lo que creo que está pasando conmigo ―cal
―Gracias, Wilson, la información ha sido de mucha utilidad para mí. Me pongo de pie una vez que considero que no tengo nada más que hacer aquí. Sin embargo, no sé qué tiene que ver mi visita a este lugar con la persona que me donó su corazón. Es algo que voy a averiguar cuanto antes. —¿Quiénes son ellos, Tony? La voz de Wilson reclama mi atención mientras sigo distraído y centrado en mis elucubraciones. —El marido y la hija de Priscilla. Respondo en tono lúgubre. La mención hace que mi pecho se comprima con dolor. Una nueva sucesión de imágenes que transcurren dentro de mi cabeza como fogonazos intermitentes, me muestra pasajes de sucesos en los que aparece Priscilla. Está acurrucada entre los brazos de un hombre que acaricia su barriguita abultada. Aquello me resulta tan familiar que, incluso, tengo la extraña sensación de que, aquel hombre, soy yo. Puedo sentir que son mis manos las que la tocan y que también es mi boca la que se desliza con suavidad sobre la suya. Me gusta lo q
Me siento demasiado nerviosa. Ahora que estamos a punto de llegar, considero que la decisión que tomé no fue la más acertada. Mis manos tiemblan y los latidos de mi corazón se han desbocado. No estoy preparada para volver al lugar en el que fui completamente feliz. Recordar el pasado y saber que él no estará conmigo, me llena de pesar y dolor. ―Hermosas damas, estamos llegando. La voz de John me expulsa de golpe de mis pensamientos, haciéndome soltar un jadeo. Se detiene frente a la casa y se baja para abrirnos la puerta. No soy capaz de sacar mis piernas del auto. Siento que estoy a punto de hiperventilar. ―Priscilla, cariño… ¿Estás bien? Respiro profundo. Su voz me da fuerzas para retomar el control de mis emociones. Ya es demasiado dolor para la Nana como para adosarle uno nuevo. Basta con el sufrimiento que le ha ocasionado su hijo. ―Estaré bien, Nana ―miento―, no te preocupes por mí ―intento tranquilizarla cuando soy yo, la que necesita hacerlo―. Entremos al que será nuestro
―Esta habitación brilla tanto como una tacita de cerámica. Indica la Nana con entusiasmo. Esto debe ser obra de mi querida vecina. ―Hay una señora muy amable que vive al lado y que estuvo al pendiente de todo mientras estuve ausente ―le explico―. Supongo que se encargó de mantener limpia toda la casa. Te la presentaré luego; debo agradecerle por lo que hizo. Me acerco a la cuna y acomodo a la pequeña que parece disfrutar de su nueva camita. Qué gran casualidad que todo esté decorado para una niña. ―Iré a despedirme de John, Nana, quédate aquí con la niña ―le indico con nerviosismo. Estoy muy afectada―. Volveré contigo en un instante. Salgo de la habitación y vuelvo a la sala. John espera paciente cerca de la puerta. ―Gracias por tu valiosa ayuda, John ―le digo al recoger a cartera de la mesa para sacar el monedero y buscar su pago―. No sé qué habríamos hecho sin ti. Sus mejillas se ruborizan. Lo que me causa mucha gracia. ―No tienen nada que agradecerme, señorita Priscilla ―men
Justo en el momento en el que nos detenemos frente a su casa, comienzo a sentir que mi visión se desvanece y, aunque ya no está acompañado del intenso dolor de cabeza; sé que está a punto de suceder. ―¡Tony! ¡Tony! ¿Qué te pasa? Puedo escuchar los gritos de mi amigo, pero se oyen distantes. Sé que él también nota que algo extraño está pasándome. Puedo sentirlo en mi interior, no estoy solo; hay una presencia con nosotros. ―Estoy bien, Wil, pero no siento mis manos ―le digo aterrado mientras las examino―. La mitad de mi cuerpo se puso frío y comencé a perder la sensibilidad ―le explico angustiado―. Tuve la inquietante sensación de que mi alma abandonaba mi cuerpo y una fuerza desconocida intentaba dominarme. Quería imponerse y obligarme a que le diera paso y me apartara de su camino. Me mira como si me hubiera vuelto loco. ―Casi provocas que me cague los pantalones, Tony ―menciona con el rostro palidecido―. Por un instante me pareció ver a otro hombre ―balbucea, desconcertado―. No