Otro capítulo más del maratón de hoy. Saludos!!
―¿Está todo bien, Priscilla? Asiento en respuesta. Acabo de cortar con ese pasado doloroso del que no guardo ningún buen recuerdo. ―Sí, Nana, todo está bien. John toma mis maletas y las guarda con el resto de nuestras cosas. Me abre la puerta del auto y me invita a subir. ―Gracias, John, eres muy amable. Sonríe satisfecho y vuelve a hacer una de sus graciosas reverencias. ―Para servirle, Milady. Rodea el auto y ocupa el puesto del conductor. Entrelazo mi mano con la de la Nana y la aprieto con fuerza. Sé que le dije que estaba lista para volver a la casa que compartí junto a mi amado esposo, sin embargo, no sé si esté preparada para hacerlo. ―No te preocupes, Priscilla, voy a estar contigo. Giro mi cara y la miro a los ojos. ―Vamos a estar bien, Nana, y me contenta tenerte conmigo. Trago grueso. ―John, por favor, llévanos a casa. Con manos temblorosas, le entrego la dirección. Volver allí es una decisión bastante difícil y dolorosa, pero no puedo arriesgarme a deambular s
Le he estado dando vuelta a mis pensamientos dentro de mi cabeza y analizando las extrañas situaciones que han estado sucediendo durante estas últimas horas, pero no logro llegar a una conclusión definitiva. ―¿En algún momento me dirás lo que está pasando? Abandono mis pensamientos y lo miro a la cara. ―Te lo explicaré todo en cuanto lo descubra. Me mira confuso. ―¿Qué carajos, Tony? ―pregunta desconcertado―. Has estado actuando de manera extraña desde que regresaste ―alterna su mirada preocupada entre mi cara y la carretera―. Me siento confuso con tu extraño comportamiento. Entiendo su frustración, si estuviera en su lugar, también estaría preocupado por él. Respiro profundo. No sé a dónde nos va a llevar esta extraña situación. ―Agradezco tu preocupación por mí, Wilson ―confieso de corazón, algo que parece estar sucediendo con mayor frecuencia―. Te prometo que, si encuentro las respuestas que estoy buscando en este lugar, te diré todo lo que creo que está pasando conmigo ―cal
―Gracias, Wilson, la información ha sido de mucha utilidad para mí. Me pongo de pie una vez que considero que no tengo nada más que hacer aquí. Sin embargo, no sé qué tiene que ver mi visita a este lugar con la persona que me donó su corazón. Es algo que voy a averiguar cuanto antes. —¿Quiénes son ellos, Tony? La voz de Wilson reclama mi atención mientras sigo distraído y centrado en mis elucubraciones. —El marido y la hija de Priscilla. Respondo en tono lúgubre. La mención hace que mi pecho se comprima con dolor. Una nueva sucesión de imágenes que transcurren dentro de mi cabeza como fogonazos intermitentes, me muestra pasajes de sucesos en los que aparece Priscilla. Está acurrucada entre los brazos de un hombre que acaricia su barriguita abultada. Aquello me resulta tan familiar que, incluso, tengo la extraña sensación de que, aquel hombre, soy yo. Puedo sentir que son mis manos las que la tocan y que también es mi boca la que se desliza con suavidad sobre la suya. Me gusta lo q
Me siento demasiado nerviosa. Ahora que estamos a punto de llegar, considero que la decisión que tomé no fue la más acertada. Mis manos tiemblan y los latidos de mi corazón se han desbocado. No estoy preparada para volver al lugar en el que fui completamente feliz. Recordar el pasado y saber que él no estará conmigo, me llena de pesar y dolor. ―Hermosas damas, estamos llegando. La voz de John me expulsa de golpe de mis pensamientos, haciéndome soltar un jadeo. Se detiene frente a la casa y se baja para abrirnos la puerta. No soy capaz de sacar mis piernas del auto. Siento que estoy a punto de hiperventilar. ―Priscilla, cariño… ¿Estás bien? Respiro profundo. Su voz me da fuerzas para retomar el control de mis emociones. Ya es demasiado dolor para la Nana como para adosarle uno nuevo. Basta con el sufrimiento que le ha ocasionado su hijo. ―Estaré bien, Nana ―miento―, no te preocupes por mí ―intento tranquilizarla cuando soy yo, la que necesita hacerlo―. Entremos al que será nuestro
―Esta habitación brilla tanto como una tacita de cerámica. Indica la Nana con entusiasmo. Esto debe ser obra de mi querida vecina. ―Hay una señora muy amable que vive al lado y que estuvo al pendiente de todo mientras estuve ausente ―le explico―. Supongo que se encargó de mantener limpia toda la casa. Te la presentaré luego; debo agradecerle por lo que hizo. Me acerco a la cuna y acomodo a la pequeña que parece disfrutar de su nueva camita. Qué gran casualidad que todo esté decorado para una niña. ―Iré a despedirme de John, Nana, quédate aquí con la niña ―le indico con nerviosismo. Estoy muy afectada―. Volveré contigo en un instante. Salgo de la habitación y vuelvo a la sala. John espera paciente cerca de la puerta. ―Gracias por tu valiosa ayuda, John ―le digo al recoger a cartera de la mesa para sacar el monedero y buscar su pago―. No sé qué habríamos hecho sin ti. Sus mejillas se ruborizan. Lo que me causa mucha gracia. ―No tienen nada que agradecerme, señorita Priscilla ―men
Justo en el momento en el que nos detenemos frente a su casa, comienzo a sentir que mi visión se desvanece y, aunque ya no está acompañado del intenso dolor de cabeza; sé que está a punto de suceder. ―¡Tony! ¡Tony! ¿Qué te pasa? Puedo escuchar los gritos de mi amigo, pero se oyen distantes. Sé que él también nota que algo extraño está pasándome. Puedo sentirlo en mi interior, no estoy solo; hay una presencia con nosotros. ―Estoy bien, Wil, pero no siento mis manos ―le digo aterrado mientras las examino―. La mitad de mi cuerpo se puso frío y comencé a perder la sensibilidad ―le explico angustiado―. Tuve la inquietante sensación de que mi alma abandonaba mi cuerpo y una fuerza desconocida intentaba dominarme. Quería imponerse y obligarme a que le diera paso y me apartara de su camino. Me mira como si me hubiera vuelto loco. ―Casi provocas que me cague los pantalones, Tony ―menciona con el rostro palidecido―. Por un instante me pareció ver a otro hombre ―balbucea, desconcertado―. No
―Anthony… ¿Dime que hacer? ¡Juro por Dios que ahora mismo estoy por creer que me estoy volviendo loco! ―expresa mi amigo al borde de tener una crisis nerviosa―. Si no fuera por el hecho de que hace pocos minutos comprendí lo que te estaba sucediendo ―me observa con incredulidad―, creería que incluso tú también lo estás. ―Estaré bien, Wilson ―esta vez soy yo el que responde, quizás porque mi inquilino me lo permite―. Al igual que tú, estoy tratando de encontrarle algún sentido a esta situación, pero siento que mi cabeza está a punto de hacerse pedazos al igual que las piezas de un rompecabezas. Te aseguro que cuando lo entienda y pueda resolverlo por completo, te lo contaré todo. ―No, Anthony, fui yo, el que te concedió el permiso para que le contestaras a tu buen amigo, por ahora es mi voluntad la que impera. Y para responder a tu pregunta, soy yo, el que tiene mucho que contarte sobre mis planes, porque a partir ahora nuestras vidas van a cambiar; bueno, al menos la tuya ―dice a mod
Estoy navegando en medio del más hermoso de todos los sueños. Todas mis angustias por fin llegan a su fin. Paúl ha vuelto a mi vida tal como lo había prometido. Siento que todo cobra sentido ahora que está junto a mí, ya que a partir de este momento nos convertiremos en la familia con la que tanto soñamos. ―Paúl… gracias por cumplir la promesa que me hiciste y volver a mi vida. Un rio de lágrimas rueda por mi cara, pero esta vez son de pura felicidad. Mi cuerpo se relaja y todo el dolor que se ha acumulado dentro de mi pecho, queda liberado. Me entrego en sus brazos y dejo que su calor irradie hacia todos los rincones de mi cuerpo. ―Sí, cariño, estoy aquí contigo y a partir de este momento voy a encargarme de ti Te dije que cumpliría la promesa que te hice frente al altar. Ahora te hago un nuevo juramento, cariño… Prometo que nunca más voy a volver a separarme de mi familia. Las quiero de vuelta a ti y a Isabella. Esta vez seremos felices para el resto de nuestras vidas. No existen