Era una noche oscura y tormentosa. Tiodor Lison se revolvía inquieto en su cama, mientras su esposa dormía plácidamente a su lado, con su vientre abultado por el embarazo. De repente, Tiodor se despertó sobresaltado, con el corazón acelerado y la frente perlada de sudor frío.En su pesadilla, se encontraba en el hospital, junto a la cama de Libia. Ella yacía pálida e inmóvil, con los ojos cerrados y el rostro sin expresión. A su alrededor, los médicos y enfermeras se movían frenéticamente, gritando órdenes y tratando desesperadamente de salvarla a ella y al bebé. Pero era demasiado tarde. Con un último suspiro, Libia se había ido para siempre, llevándose consigo a su hijo no nacido.Tiodor se sentó en la cama, tratando de calmar su respiración agitada. Desde que el doctor les había advertido sobre los riesgos del embarazo de Libia, las pesadillas habían sido una constante en sus noches. Cada vez eran más vívidas, más aterradoras.Libia se despertó y vio a su esposo sentado, con la mir
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