— Pido disculpas… —dijo, el Señor D'mario, mirando a Alessandro con evidente nerviosismo —. Comprenda que es natural que esté inquieto. Catalina no es una mala chica, de hecho, nunca nos dió problemas a su madre y a mí, sin embargo no es la mujer con la que usted deseaba casarse realmente. Alessandro guardó silencio, queriendo ver a dónde quería llegar su suegro. — Pero no puedo decirle que no eligió el mejor reemplazo posible, sin dudas Catalina es la chica lista de la familia. Estoy convencido de que será una esposa obediente y callada, no como Cecilia, que es una belleza, pero es demasiado mimada. Alessandro rodó los ojos. — Déjese de rodeos, D'mario y diga lo que quiere de una vez. Mariano tragó en seco y prosiguió. —Siempre es interesante tener cerca a una mujer lista, senor Visconti. Pero por muy lista que sea Caty, debe saber que le falta refinamiento. Ella no sabría comportarse en eventos públicos, no tiene la clase de desembolvimiento con el que cuenta Cecilia. Valia
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