— ¿Dónde está?— interrogó Alessandro a su madre luego de salir del despacho. — Ivy la acompañó al baño.— respondió Sonee en tono bajo. — ¿Qué está sucediendo, hijo?¿ A qué acuerdo llegaste con el Señor D'mario? — Ya padre te pondrá al tanto. Ivanna escuchaba a su cuñada vomitar y arrugaba el entrecejo. Según lo que había entendido, la muchacha no era la mujer con la que Alessandro había planeado casarse desde el principio, y sin embargo, nunca había visto a su hermano comportarse tan...raro, alrededor de una chica. ¿ Sería posible que su hermanito estuviera enamorado de su improbable esposa? ¿Y acaso ella estaba embarazada? Paeciay imposible. Llevaban muy pocos días de casados. Tocó a la puerta y la llamó en tono preocupado. — Catalina, ¿estás bien? Oyó el sonido del retrete y luego el de agua cayendo. Imaginó que su cuñada se estaba lavando las manos y cuando la puerta se abrió, no se sorprendió de verla pálida y con aspecto demacrado. — ¿Estás bien?— insistió. Catalina n
Sonee llamó a la puerta del probador, otra vez. — ¿Todavía no estás lista, querida? Catalina se miró en el espejo de cuerpo entero, maravillandose ante lo que veía. El delicado vestido que su suegra había seleccionado se adaptaba a su figura, era de su tamaño exacto, y obviamente le quedaba bien. En lugar de intentar disimular sus curvas, el caído escote la hacía verse sensual, y la falda larga se abrazaba a sus piernas. Saliendo, Catalina enfrentó las miradas satisfechas de su suegra y su cuñada con trepidación. Esperando las críticas y burlas a las que ya estaba acostumbrada. — Te dije que encajaría. — Ivanna volvió a decir y se preguntó porqué ella tenía tantos problemas para confiar en su opinión. — Por supuesto que si lo haría, — Sonee dijo, su voz claramente reflejaba su agrado. — No hay más que seleccionar la ropa adecuada y los colores correctos y estarás en buen camino, cariño. Ahora ve, pruebate el otro. Catalina no se quejó. Cierto. Sabía que en algún momento t
Con el paso de los días, y aunque cada vez ella se mostraba más y más distante, entre ellos fue creándose una rutina. Alessandro se quedaba trabajando en su laptop, en el despacho de la finca y Catalina iba cada día a trabajar en la escuela. Lo llamaron a su celular y viendo quién era, sonrió. –¿Me echas de menos, pastelito?— Susurró coqueto. –¿Le has echado comida al pez? Alessandro comprimió sus ojos. –Catalina, estoy trabajando. La escuchó resoplar y sonrió, él también se sentía frustrado.–Yo también estoy en el trabajo, pero al menos sí me preocupo por el pobre Otavio. ¿Le has echado comida? –¿Otavio? –Tú insistes en llamarlo «pez» y eso hiere sus sentimientos. –Los peces no tienen sentimientos, Catalina. Y sí, le he dado de comer. –Los peces sí tienen sentimientos. Y ahora que estamos hablando de Otavio , te confieso que me tiene preocupada. Lo tienes encerrado en tu estudio, un lugar que casi siempre está cerrado y a oscuras. ¿Por qué no lo trasladamos al salón pa
Enfiló por el pasillo caminando con precaución y pasó junto a la puerta de la habitación de Catalina. Se detuvo y decidió que despertarla sería un error, ya que podría sufrir un susto innecesario por algo que él podía solucionar con rapidez. Su prioridad era resolver aquel asunto. Agarró un b**e de béisbol del armario del pasillo, solo por si la alimaña resultaba ser peligrosa. Después comenzó a bajar la escalera agudizando el oído para descubrir de dónde provenía el ruido. Se detuvo al bajar el último peldaño y se ocultó entre las sombras. La casa estaba en un total silencio. Permaneció inmóvil un momento, recorriendo con la mirada las estancias vacías. La puerta principal estaba bien cerrada, con la cadena y la alarma conectada. La puerta de uno de los salones de estar se sacudió. Alessandro se acercó a ella, manteniéndose pegado a la pared y con el b**e en alto mientras mientras se percataba de un croar del otro lado. ¿Qué narices era eso? Buscó la llave del bol sobre la
Alessandro elevó las cejas, y volvió a contemplar a su esposa. Catalina estaba cabizbaja y pálida, mirando con los labios apretados el desastre que acababa de ocurrir. — De acuerdo. Te ayudaré a encerrar a ese animalejo en el salón, limpiaremos el destrozo en la cocina y regresaremos a dormir. Ella lo miró a los ojos, de pronto. — Pero...pero yo... — Mañana. — la interrumpió él. — es demasiado tarde ahora, mañana llevarás todos esos animales al refugio. ¿ De acuerdo? Ella asintió y él le dió un pico rápido, dejándola aún más desconcertada. * * * Era viernes, Catalina había ido temprano al refugio, dejando allí todos sus especímenes de estudio y como su salón de clases estaba aún en reparación decidió dar un recorrido por las tiendas enbusca de un jarrón nuevo para la mesa de la cocina. Luego, regresó a la casa y se entretuvo parte de la tarde limpiando. Aunque todo se encontraba siempre pulcrísimo. La finca vibraba de actividad, había trabajadores por doquier encargándose del g
Alessander despertó, sintiéndose incómodo. El sitio sobre el que dormía era demasiado estrecho, sin embargo, al abrir los ojos una enorme y lobuna sonrisa se apoderó de sus labios. Su preciosa estaba aún dormida y tibia en su abrazo. Contempló con curiosidad las diminutas pecas sobre la nariz de Catalina y depositó un rápido beso justo allí. Luego se tomó unos minutos para acariciar la oscura cabellera y el delicado rostro que creyó perdidos para siempre. Había sido un imbécil. Había renunciado a ella por temor a llevarle la contraria a sus padres, solo para después odiar a sus padres con una violencia tal, que lo había impulsado a desentenderse de su familia durante años. Cayendo en un profundo vacío de soledad y desesperación. En el último año, si era completamente honesto, había considerado la alternativa de acabar con su vida más de veinte veces. El dolor y la amargura se habían apoderado de su alma de tal manera, que solo veía salida en el suicidio porque sabía, instintivamen
Aquello alarmó terriblemente a Catalina. — ¿Tenerme? — Masculló airada.— es que...¿qué soy para ustedes? ¡¿Un puto juguete?! Alessandro fue a contestar pero timbró su celular. — ¿Ciao? Sí, está aquí. — murmuró. — sí, la tormenta causó bastante estragos pero la casa está bien y los trabajadores ya comenzaron las obras de reparación, aunque es posible que estemos sin fluido electrico por un par de días más. Reinó el silencio por unos minutos y luego: — Sí, por supuesto. Aquí les esperamos.— colgó.— era nuestra madre. Padre, ella e Ivy vienen en camino y por cierto, saben que estás aquí. Sander elevó un hombro. — Por supuesto que lo sabrían. No se puede atravesar la aduana de este país sin que algún informante de ellos se percate. * * * — Bueno, debo confesar que me siento profundamente desepcionado. — confesó Valiant mirando a sus hijos con expresión de reproche. Luego de haber llegado a la finca de Sandro, su mujer se había abalanzado sob
Como sus padres no estaban allí esta vez, Catalina esperaba estar más relajada durante el almuerzo, pero le fue imposible.Los Visconti no paraban de mirarla raro. Eso hacía que se sintiera más molesta, intranquila e insegura que nunca. Luego de un almuerzo increíblemente delicioso que a ella le supo a muy poco, porque muy poco comió; se entretuvo conversando con Ivanna, quien desde el principio había monopolizado su atención hasta que su cuñada increpó a Alessander: — ¿Por qué no le muestras tus pinturas a Catalina? — Ivy, ¿qué demonios?— protestó él. — ¿qué te he dicho de violar la privacidad de otros? Ella se limitó a devolverle una mueca burlona. — ¡Maldición! Estos son los momentos en los que me arrepiento de haberte enseñado a forzar cerraduras. Sabes que no es adecuado y ... Catalina palideció al escuchar aquello. ¿Forzar cerraduras?¿Cómo lo haría un vil ladrón? Sí, era cierto que su familia política parecía gente de lo más normal, pero a veces olvidaba que eran los líder