– Con permiso –una tercera voz entró en la conversación. Era el anciano que se había sentado en la misma mesa que Katya, Egan, Vanessa y su novio. Ella no podía recordar su nombre, pero sí recordaba que aquel hombre le había preguntado a Katya si era la hermana de Egan–. Oye, niña –miró a Katya como si no la hubiese visto antes allí. Con rapidez, tomó su mano con fuerza, incluso para ser un anciano tenía un agarre fuerte, y tiró de ella–. Te he estado buscando desde hace rato. ¡Vámonos! Egan debe estar esperándonos desde ya. Dijo que tenía algo para ti. El anciano arrastró a Katya hacia afuera del círculo de mujeres y la llevó hacia la piscina. La instó, o más bien obligó, a sentarse en una de las sillas playeras. Él, por su parte, arrastró otra y la dejó a un lado de la de Katya, tomando asiento en ella un momento después. Katya miró a su alrededor, esperando que Egan emergiera de algún lugar o rincón, pero nunca vino. El anciano, por su lado, tampoco dijo nada. Simplemente se limit
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