– Dra. Caruso, así suena mejor. El lunes cuando llegue a la clínica, debo cambiar mi… ¡oh, hola! Katya notó que el alcohol ya estaba haciendo que su cabeza viajara de un lado a otro, y ella hablara sola. Aquello no era un buen indicativo, pero Katya le sonrió al misterioso tipo que se sentó a su lado. Él tenía una barba y cabello canoso, una mirada cálida y unos ojos cafés que brillaban bajo la luz. Era por mucho, el hombre que más desencajaba en el lugar. Todos en la fiesta, eran fríos, duros, rebeldes. Sin embargo, este nuevo hombre era cálido, sonriente y lucía amable. Katya se preguntó quién sería, puesto no lo había visto antes por allí. – Oh, no –él dijo–. Acabo de llegar hoy, pero no duraré mucho por aquí. Solo vengo de paso. Al parecer, Katya había hecho su pregunta en voz alta. El hombre entrado en años, le sonrió y volvió a mirar hacia el cantinero, que parecía estar atareado con las bebidas y no lo atendía aún. – ¿Y viene paso?, ¿por qué no se queda en la fiesta? –Se
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