En lo que la puerta de la casa se cerró, Katya largó un fuerte suspiro. Egan se giró a mirarla a los ojos, pero Katya tenía la mirada perdida, desconectada. Así estaba desde lo ocurrido con Vanessa y ni siquiera la visita de su madre que no veía hace meses logró hacer que ella volviera a ser la risueña, valiente y temeraria Katya a la que él estaba acostumbrado. Egan se dejó caer sobre el sofá, cansado y, por primera vez en su vida, derrotado. Katya estaba allí, justo frente a él pasando por el peor momento de su vida y él no sabía qué hacer para solucionarlo. Katya se sentó un segundo después en el sofá, dejando caer su cabeza sobre el hombro de Egan. Ella tenía una preocupación, un enorme malestar que la carcomía desde hace rato. Y decidió en ese momento soltarlo. La verdad hace libre, ¿no? Quizás si Katya le hubiese contado a su mamá que mató a una persona, sin importar si Olena lo olvidaba un momento después o no, ella se hubiese sentido mejor. – ¿Estás enfadado conmigo? –Pregu
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