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Katya bajó media hora después, tras pegarse una larga ducha con agua tibia y cambiarse. Ese día, según el cronograma de Egan, era tarde de parilla y piscina. Y Katya optó por ponerse su traje de baño bajo un suave y bonito vestido beige con estampado de flores. No habría reuniones hasta después que todo el almuerzo acabase, por lo que cuando Katya bajó al primer piso, donde estaba la parilla y el área común, uno de los primeros rostros que vio fue el de Egan charlando con unos hombres mientras se fumaban un cigarrillo, junto a una fogata. A Katya no le hacía mucha ilusión verlo fumar, pero ella decidió que no lo molestaría mientras estuviese de negocios. La mayoría de los que estaban allí, eran hombres y mujeres que, aunque era una piscina, estaban bastante formales. Con camisetas playeras y pantalones cargo hasta las rodillas, la mayoría de los hombres que el día anterior defendía sus negocios, estaban ahora girando carnes en algún asador o disfrutando de una cerveza sobre un inflab
Katya miró con la boca abierta a Sylvana, que intentaba actuar normal sin mucho éxito. – ¿Fiore? –Preguntó Katya, haciendo mención del apellido de Argus–. Entonces, tú y él… Sylvana la chistó. – No… sí… fue hace mucho –Sylvana hizo un puchero–. No le cuentes a mi padre. Katya lo único que pudo hacer fue reír, pues un segundo ruido seco la hizo desviar su atención. El grupo de hombres donde Egan había estado un segundo, habían entrado en una pelea de puños. El caos se desataba lentamente, Katya se levantó de su asiento pensando en correr hacia Egan. El arma fría quemaba contra su piel. Ella lo había ocultado dentro de su vestido, pues creía que su bolso era muy evidente. Ella no lo querría disparar, pero si veía que un solo puño volaba hacia Egan, dispararía sin pensar. Sin embargo, cuando vio que todos los tipos de elegantes trajes de baño solo reían y se tiraban a las piscinas unos a otros, Katya se dio cuenta que solo jugaban. Parecían adolescentes, ciertamente, pero quizás sol
– Dra. Caruso, así suena mejor. El lunes cuando llegue a la clínica, debo cambiar mi… ¡oh, hola! Katya notó que el alcohol ya estaba haciendo que su cabeza viajara de un lado a otro, y ella hablara sola. Aquello no era un buen indicativo, pero Katya le sonrió al misterioso tipo que se sentó a su lado. Él tenía una barba y cabello canoso, una mirada cálida y unos ojos cafés que brillaban bajo la luz. Era por mucho, el hombre que más desencajaba en el lugar. Todos en la fiesta, eran fríos, duros, rebeldes. Sin embargo, este nuevo hombre era cálido, sonriente y lucía amable. Katya se preguntó quién sería, puesto no lo había visto antes por allí. – Oh, no –él dijo–. Acabo de llegar hoy, pero no duraré mucho por aquí. Solo vengo de paso. Al parecer, Katya había hecho su pregunta en voz alta. El hombre entrado en años, le sonrió y volvió a mirar hacia el cantinero, que parecía estar atareado con las bebidas y no lo atendía aún. – ¿Y viene paso?, ¿por qué no se queda en la fiesta? –Se
– ¿Qué es esto, dulce Katya? –El hombre era demasiado amable, todo debía ser una fachada. Pero lo fuese o no, el tipo fuese un sicario o un mafioso, Katya no permitiría que esa niña siguiera sufriendo si estaba en sus manos poder ayudar.– Es mi clínica –respondió Katya, la boca de Artem se abrió con sorpresa mientras a sus ojos le llegaba una chispa que ella había visto en muchos pacientes: esperanza–. No estoy diciendo que pueda curarla, pero jamás rechazaría un paciente por más difícil que esté el caso. Además, quizás no la cure, pero no la dejaré morir. Jamás la dejaría morir.Y entonces, ocurrió lo que Katya menos esperaba: aquel temible mafioso, que probablemente siempre inundaba y protagonizaba las pesadillas de Egan, la abrazó. Entre los brazos de Artem, Katya no supo por qué se sentían tan familiar, tan normal, como si aquello debiese ser algo común.No fue una chispa, como usualmente Katya sentía al abrazar a Egan. Es decir, no era amor lo que había allí entre ellos. Pero ha
Egan había odiado dejar a Katya sola durante tantas horas, habían sido en total casi medio dia. Pero él sabía que al final valdría la pena. No ese mismo día, ni el siguiente, pero a penas regresaran a Sacra Corona valdría la pena ver la cara de felicidad de Katya.Al regresar al edificio, Egan entró escoltado por sus guardaespaldas Duncan y Leo. Su tío, Elian, estaba justo en la puerta fumándose un cigarrilo, pero apenas vio a Egan parecía que en realidad estaba esperándolo era a él.Egan gruñó cuando su tio le bloqueó el paso. Obviamente, era evidente que sí estaba esperándolo.– ¿Dónde estabas? –Preguntó Elian.– En Sacra Corona, tuve que volver por unas cosas pero ya estoy de regreso –Egan intentó volver a entrar pero Elian lo boqueó nuevamente. Sería tan fácil para Egan derribarlo, pero no quería causar un alboroto. Venía de muy bien humor como para arruinarlo justo antes de que iba a volver a ver a su Katya–. ¿Podrías apartarte y permitirme entrar en mi propio club?Elian parecía
Katya entró el baño y se encerró en uno de los cubículos. Ella estaba temblando, sus piernas le fallaban a cada instante y sus brazos ni siquiera podían sostener un vaso con agua. El alcohol había abandonado su cuerpo hacía rato y su cabeza daba vueltas, parecía que en cualquier momento vomitaría y sentía su corazón desgarrarse con cada segundo.La había cagado, sin duda alguna. Katya había arruinado todo, ¿y por qué? Por simple curiosidad, pues nadie le había dicho que investigara sobre la muerte de Alyssa, la madre d Egan. Ellas se parecían, sí, pero jamás era responsabilidad de Katya encontrar la verdad o buscarle venganza.¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué había hecho?!Katya salió dando tumbos y se sostuvo del lavabo, de donde tomó agua después y la tiró sobre su rostro. El maquillaje que Sylvana le había hecho empezó a chorrear, por lo que Katya se lo quitó y mojó también su cabello para que toda la purpurina que tuviese aún, se cayese.¿Ese era su mundo? No, claro que no.Las fiestas
– Sí, gracias –la voz de Egan sonó distante hasta para él mismo. Tras cortar la llamada, Egan miró hacia el balcón de su habitación. En medio de la oscuridad de la noche, sentada en el suelo con su vestido arrugado alrededor de ella. Katya tenía la mirada perdida en los demás edificios frente a ella, pero realmente parecía que veía nada. Su cabello caía sobre sus hombros y de vez en cuando temblaba por el frío–. Argus, encárgate del resto, por favor.El mencionado asintió, Egan lo miró con tranquilidad al saber que Argus haría lo que fuese por terminar de solucionar el problema.– Egan –dijo Argus, su voz sonaba extraña, preocupada–. ¿Katya estará bien? Es decir, ella es fuerte, pero mató a una persona. Eso no se supera a la primera.Egan no le respondió a Argus, en su lugar simplemente le dejó su teléfono para que terminara de hacer las llamadas pertinentes y tomó camino hacia el balcón. Deshaciéndose de su corbata y su chaqueta, Egan se subió sus mangas hasta sus codos e hizo tronar
Katya asintió, finalmente permitiéndose tener un momento de calma. – ¿Y Danilo?– ¿Qué pasa con él? –Preguntó Egan. Katya bufó.– Egan, si fueras tú, estarías echando abajo todo el edificio.Egan rio suavemente, porque era cierto: por Katya, él removería hasta el cielo buscándola.– Danilo no soy yo, amor mío –dijo Egan, a Katya se le aceleraba el corazón cada vez que él decía uno de esos apodos. Parecía estar decidiendo cuál le gustaba más–. Ellos no se aman… amaban, en realidad. Solo tenían alguna especie de convenio: sexo a cambio de dinero –a Katya le asqueó un poco eso–. La mayoría de las relaciones de los mafiosos son así, Katya. La mayoría no tienen tiempo para dedicarse a un matrimonio, con hijos y una casita. Sin embargo, estamos otros que pasamos por encima de lo normal.Egan le dejó un pequeño beso a Katya en los labios y ella sonrió, la primera sonrisa (aunque pequeña) que daba en toda la noche.– Toma esto como tu inicio –dijo Egan pasando un mechón del cabello que se le