- Te amo, Katya Koslov. Muchísimo.Otra cosa que Egan decía sin pensar. Pero en esta ocasión, ésta había hecho la boca de Katya abrirse con sorpresa. Ella lo miró a los ojos, aún buscando una pisca de hipocresía. Pero cuando notó la sinceridad en sus palabras, que en ese momento el que habló fue el corazón de Egan y no su boca, él pudo ver cómo Katya se mordió el labio y sus ojos se llenaron de lágrimas.- Caruso -corrigió Katya-. Soy Katya Caruso, ¿no?Ahora fue el turno de Egan de ser el sorprendido. Él tomó los laterales del rostro de Katya y sus labios se unieron una vez más. Bajó por su cuello, dejando una hilera de besos desde su garganta hasta su pecho. Los dientes de Egan mordieron suavemente la curva de sus pechos, calmando la mordida con un suave beso de disculpas un momento después.Él se movió una vez encima de ella y pude ver la emoción de la anticipación en el semblante de Katya mientras él rozaba su pene contra la entrada de ella. Egan vio también un poco de preocupació
Katya estuvo vagando un rato por la fiesta. Egan hacía unos 30 minutos la había dejado bajo el cuidado de Argus, ya que él tenía una reunión que atender y ella no debía estar presente. Katya lo prefería así, incluso si a Egan le gustaba o no la decisión, pero por suerte para ella fue él mismo quien lo sugirió.La fiesta seguía en su apogeo, la mayoría solo charlaba, cenaba y bebía, disfrutando de la banda sonora en vivo, mientras que otros, una minoría, se habían trasladado hacia las azoteas del segundo piso, algunas habitaciones de hotel preparadas para reuniones “corporativas” o estaban reunidos en mesas de campos frente a la piscina. La mayorían que se habían retirado eran caballeros, por lo que la pequeña pista de baile improvisado y la barra estaban llenas, en su mayoría, por mujeres. Entre ellas, estaba Vanessa, quien parecía completamente cómoda charlando con las demás y siendo el centro de atención.Entre su personalidad sofisticada y divertida a la vez, era muy fácil para los
– Con permiso –una tercera voz entró en la conversación. Era el anciano que se había sentado en la misma mesa que Katya, Egan, Vanessa y su novio. Ella no podía recordar su nombre, pero sí recordaba que aquel hombre le había preguntado a Katya si era la hermana de Egan–. Oye, niña –miró a Katya como si no la hubiese visto antes allí. Con rapidez, tomó su mano con fuerza, incluso para ser un anciano tenía un agarre fuerte, y tiró de ella–. Te he estado buscando desde hace rato. ¡Vámonos! Egan debe estar esperándonos desde ya. Dijo que tenía algo para ti. El anciano arrastró a Katya hacia afuera del círculo de mujeres y la llevó hacia la piscina. La instó, o más bien obligó, a sentarse en una de las sillas playeras. Él, por su parte, arrastró otra y la dejó a un lado de la de Katya, tomando asiento en ella un momento después. Katya miró a su alrededor, esperando que Egan emergiera de algún lugar o rincón, pero nunca vino. El anciano, por su lado, tampoco dijo nada. Simplemente se limit
Katya Caruso. Katya Caruso. Katya Caruso.Sonaba lindo, ¿cierto?Para Katya sí, sobre todo por su significado. Pero ella no podía parar de pensar que, aquel nuevo nombre, significaba además un nuevo inicio para ella.Egan dormía plácidamente, sin ninguna pesadilla y con su mano sobre una de las caderas desnudas de Katya. Ella, acostada en la enorme cama de la suite de Egan, levantó su mano y miraba el anillo que él le había dado, el cual brillaba aún en la oscuridad. Claro, era hermoso, un anillo de diamante blanco. Pero era un anillo de compromiso, no de matrimonio. Unos anillos de matrimonio clásicos eran dos simples aros, que compartían marido y mujer. Katya pensó en decírselo más tarde a Egan cuando despertara. Quizás tendrían tiempo de salir un momento del hotel y comprar unos de matrimonio real.Aquella idea de la mafia, el crimen e, incluido, un matrimonio estaba haciéndole más ilusión a Katya que una vida aburrida tras una bata de doctora y un bisturí en su otra mano. Nunca dej
Katya se quejó en voz baja. Ella nunca había visto a Argus entre la multitud, pero sí sabía que Egan le había dado órdenes de seguirla.– Claro. Argus –dijo Katya sin una pizca de gracia–. Entonces también te dijo que la plática con el señor Messina fue bastante informativa, ¿cierto?Egan miró a Katya nuevamente, el masaje de su trasero se había detenido de golpe y el rostro de Egan tenía, literalmente, un signo de exclamación plasmado en él. Katya podía oír sus alarmas encenderse desde donde estaba. Por supuesto que Argus le habría comunicado cada palabra que él le había revelado a Katya.– Katy…– ¿Cuándo planeabas decirme? –Katya se reincorporó en la cama y cubrió su cuerpo con la cobija. No quería que Egan se distrajera y evadiera así el delicado tema–. No afecta mucho nuestra relación o mi rol en tu vida, pero hubiese sido de utilidad saber qué haces en tu trabajo, o cuál es tu posición en este raro mundo, o con qué propósitos hacías esta fiesta. ¡Lucí como una tonta todo este ti
Katya estaba negando incluso antes de que Egan hablara–. Una de las reglas principales de esta fiesta es nadie con armas blancas, mucho menos pistolas, pero eres mi mujer: no pasará nada si tú rompes las reglas. Eres mi sottocapo, Katya, si yo no estoy, todo este edificio y lo que hay dentro te pertenece. Y no volveré a dejarte vulnerable; ya me bastó con que fueras herida una vez mientras yo no estaba, no me arriesgaré a perderte una segunda vez. Katya sentía sus manos temblar, pero las apretaba contra sus rodillas para que Egan no lo viera. – Egan, yo no pienso disparar eso. Soy una doctora: tengo código moral y un juramento que hice cuando me gradué sobre no dañar a nadie –tragó con fuerza–. Si se arma un revuelo y todos empiezan a disparar, yo huiré. No quiero dispararle a nadie. Egan asintió. – Estoy de acuerdo con que tu primera opción sea correr. Huir no es de cobardes, es de listos. Pero si te acorralan o no tienes otra opción, prefiero tu vida sobre la de quien sea. ¿Me ent
Katya bajó media hora después, tras pegarse una larga ducha con agua tibia y cambiarse. Ese día, según el cronograma de Egan, era tarde de parilla y piscina. Y Katya optó por ponerse su traje de baño bajo un suave y bonito vestido beige con estampado de flores. No habría reuniones hasta después que todo el almuerzo acabase, por lo que cuando Katya bajó al primer piso, donde estaba la parilla y el área común, uno de los primeros rostros que vio fue el de Egan charlando con unos hombres mientras se fumaban un cigarrillo, junto a una fogata. A Katya no le hacía mucha ilusión verlo fumar, pero ella decidió que no lo molestaría mientras estuviese de negocios. La mayoría de los que estaban allí, eran hombres y mujeres que, aunque era una piscina, estaban bastante formales. Con camisetas playeras y pantalones cargo hasta las rodillas, la mayoría de los hombres que el día anterior defendía sus negocios, estaban ahora girando carnes en algún asador o disfrutando de una cerveza sobre un inflab
Katya miró con la boca abierta a Sylvana, que intentaba actuar normal sin mucho éxito. – ¿Fiore? –Preguntó Katya, haciendo mención del apellido de Argus–. Entonces, tú y él… Sylvana la chistó. – No… sí… fue hace mucho –Sylvana hizo un puchero–. No le cuentes a mi padre. Katya lo único que pudo hacer fue reír, pues un segundo ruido seco la hizo desviar su atención. El grupo de hombres donde Egan había estado un segundo, habían entrado en una pelea de puños. El caos se desataba lentamente, Katya se levantó de su asiento pensando en correr hacia Egan. El arma fría quemaba contra su piel. Ella lo había ocultado dentro de su vestido, pues creía que su bolso era muy evidente. Ella no lo querría disparar, pero si veía que un solo puño volaba hacia Egan, dispararía sin pensar. Sin embargo, cuando vio que todos los tipos de elegantes trajes de baño solo reían y se tiraban a las piscinas unos a otros, Katya se dio cuenta que solo jugaban. Parecían adolescentes, ciertamente, pero quizás sol