– Katya, quiero explicártelo…Pero, sin darle tiempo de nada, Katya vio una puerta con el símbolo de una mujer y entró. Era un baño para visitas, ella lo suponía, y cuando entró allí trancó la puerta con seguro. Un momento después, la manilla sonó forzada y la puerta se sacudía. Egan estaba empezando a desesperarse.– ¿Te importa? –Gritó Katya–. ¡Está ocupado! ¡Y, además, es el baño de damas!Katya le preocupó que Egan golperá la puerta hasta que le abriera, pero solo se escuchó un suspiro.– No me importa, ¡ábreme! –Katya hizo caso omiso y el movimiento a través del espejo llamó su atención. Era ella misma, obvimente, pero al mismo tiempo no lo era: el vestido era hermoso, no lo podía negar, y se ajustaba a su cuerpo en los lugares correctos como si hubiese sido confeccionado solamente para ella. Pero el maquillaje, el peinado, las joyas… esa no era ella. Con rapidez deshizo el elaborado moño y dejó su cabello suelto por sus hombros, el maquillaje lo limpió con agua y dejó su piel res
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