Sabía que había vendido la poca dignidad que tenía a Leonel Brown por dinero, pero esto era mucho con demasiado. Algo era fingir ser su esposa, y algo más, era meter de lleno a Sara en esto. Mi sentido de alerta se incendió con lo que escuché y, por ende, decidí tratar cara a cara lo que me proponía. Decidimos encontrarnos en un café de su preferencia, a saber, si yo podía acertar con un lugar digno de su presencia. Al llegar me sorprendo con el sitio. Parece agradable y no tan ostentoso, la mesera me pasa a la terraza para el desayuno, y he ahí a Leonel Brown. Esperándome en una mesa, viendo al horizonte que daba con los edificios de la ciudad, y tomando café. Me siento sin saludarle, solo mirándolo, él me sonríe. —Muéstrale la carta a mi invitada Penélope — pide Leonel a la mesera que me trajo hasta acá. Ella tuvo todo este tiempo una tableta debajo del brazo, me la ofrece. No la tomo, no será necesario. —Un café negro mediano, es todo lo que quiero. Gracias — pido a la empleada
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