El cuerpo de Amelia se sacude por los sollozos y el llanto que la ahoga. Bastián entra a la habitación ya duchado y con la toalla enrollada en las caderas, revisa en los cajones del closet sin percatarse de que su amada está gimiendo hasta que escucha el grito que lo descontrola y sin ningún cuidado corre hacia la cama olvidando que la toalla se desliza dejándolo completamente desnudo.— ¡Amelia, mi amor! – trata de tomarla en brazos, pero ella manotea luchando contra sus demonios — ¡Amelia!Sus ojos se abren y al verlo desnudo retrocede temerosa de lo que está viendo. Por un momento no lo reconoce, pero al mirar la tristeza en ese par de mares que en algún momento la llenaron de dicha, de amor; cae en cuenta de que no era ella misma. Entonces recuerda lo sucedido y llora desconsolada. Bastián lo único que hace es mirarla desde la orilla de la cama queriendo consolarla entre sus brazos no obstante, necesita su permiso porque no desea asustarla.Vuelve al vestier, se mira al espejo y
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