Al no haber encontrado la hoja perdida, Adeline se rindió y comenzó a escribir todo lo que se recordaba sobre la marca de nacimiento en la familia Dunesque para no olvidarlo. Aunque pudo plasmar gran parte de lo que había en ese papel, cuando terminó, sintió que algo faltaba. —Por lo menos recuerdo gran parte, pero creo que esto es insuficiente, ya que mis teorías no encajan ahora que no tengo todos los apuntes completos —murmuró con frustración. Mientras meditaba esto, no sintió la presencia de Annie, hasta que ella la llamó con voz fuerte. —¡Majestad! Esto hizo que la emperatriz volviera en sí y preguntara un tanto exaltada. —¡Ah! ¿Qué sucede, Annie? —Disculpe, mi señora, pero es hora de que vaya al juicio de los lores —respondió su asistente un tanto avergonzada. —¿Era hoy? —preguntó Adeline aturdida. —Sí, majestad. Es más, el emperador solicitó su presencia, así que debe apresurarse, porque el juicio empezará en media hora —explicó la diligente mujer. Al escuchar esto, Ade
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