Cuando reconoció la voz, Adeline se levantó de golpe y dirigió su mirada hacia donde se encontraba esa persona. Incrédula de tener a Ashal frente a ella, balbuceó. —Tú… tú… tú… ¿Por qué estás aquí? A Ashal no le agradó este recibimiento, así que se acercó peligrosamente y respondió. —Estoy aquí para llevarme a mi esposa a casa. Sintiéndose acorralada, Adeline dio unos pasos atrás, en un intento por escapar de las garras de ese peligroso hombre, y balbuceó. —¿Qué? ¿De qué estás hablando? Ashal fue más rápido y, atrapando las frágiles muñecas de su esposa contra la pared, cuestionó con fiereza. —¿Quién te crees para abandonar al gran Ashal Dunesque? La mirada filosa de su marido estremeció a Adeline, que por un momento dudó en enfrentársele. A pesar de esto, recordó su misión y replicó con dignidad: —Majestad, ¿qué actitud es esa contra la sacerdotisa de este templo? ¡Suélteme o recibirá el castigo divino! Impactado por la actitud osada su esposa, Ashal aflojó su agarre, pero
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