— Ciro Marshall, ¿acepta usted, a esta mujer Isabella Miller.... — Preguntó el padre Mauricio, mientras me mantenia en el altar de aquella iglesia enfundado en mi fluyente esmoquin negro. — ... Para ser tu verdadera y legítima esposa, para amarla, cuidarla y respetarla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para mejor o peor, renunciando a otras mujeres y serle fiel hasta que la muerte los separe?.— Parpadeé un par de veces al escuchar sus palabras. ¿Que fue lo que dijo? ¿Renunciar a otras mujeres? Si todo fuera real, estoy seguro que decir "Si, acepto" sería mucho más fácil. Las palabras saldrían de mi boca con más fluidez y menos toscas, después de todo, es la mujer que amo. La que elegí para compartir el resto de mi vida, pero resulta que la mujer que está a mi lado no debería estar ahí. La novia era una sensual y encantadora desconocida a la cuál le iba a pagar varios miles de dólares para casarse conmigo y ayudarme a mantener mi fortuna. Pero ¡por
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