Lo que no supieron las leonas, cuando se encaminaron a la habitación de León, fue el motivo real por el que él cerró las cortinas. Creyeron que se había tratado de un mensaje, del rechazo del macho, que deseaba conferirse el estatus de recompensa, no de recompensado, y no tenían forma de saber, cuando, desnudas, ingresaron a la casa y, a oscuras, subieron las escaleras hacia el pasillo que llevaba al cuarto del invitado de sus esposos, que León atendía, en ese momento, a la videollamada de Helena, su osita. —Estaba por llamarte cuando vi tus llamadas perdidas —dijo Helena, luego de saludar a su prometido y ver que estaba desnudo, preparado ya para ella. Tampoco forma de saber, o siquiera sospechar, las verdaderas circunstancias por las que León ya no ten&ia
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