Al llegar a la oficina, Patricia fue abordada por los tres vicepresidentes y nueve gerentes de la compañía, que la esperaban en la sala de juntas. No dilataron el motivo de su impaciencia: sus principales proveedores eran ahora parte del imperio empresarial de Andrés Malagón y acababan de recibir, como un torrente de agua fría que los sacudió en la mañana, la cancelación de los contratos de suministro a las que estaban comprometidas por los próximos dos años.
Aunque prometían pagar las indemnizaciones y cláusulas correspondientes a la terminación unilateral, los valores que proponían estaban muy por debajo de lo señalado en los contratos (para obligaros a acudir a costosos y largos procesos judiciales, dijo el abogado de la compañía) y, aunque los pagaran en su totalidad y con alg&ua
Lo que no supieron las leonas, cuando se encaminaron a la habitación de León, fue el motivo real por el que él cerró las cortinas. Creyeron que se había tratado de un mensaje, del rechazo del macho, que deseaba conferirse el estatus de recompensa, no de recompensado, y no tenían forma de saber, cuando, desnudas, ingresaron a la casa y, a oscuras, subieron las escaleras hacia el pasillo que llevaba al cuarto del invitado de sus esposos, que León atendía, en ese momento, a la videollamada de Helena, su osita.—Estaba por llamarte cuando vi tus llamadas perdidas —dijo Helena, luego de saludar a su prometido y ver que estaba desnudo, preparado ya para ella. Tampoco forma de saber, o siquiera sospechar, las verdaderas circunstancias por las que León ya no ten&ia
Cuando Darío se enteró de la adquisición violenta de sus proveedores, recurrió a Akina. Aprovechó que estaba en un viaje de negocios por la India para avisar a su esposa que retardaría su regreso a casa para ver a la más valiosa de las aliadas del grupo Missos.—Debemos aprovechar a nuestros aliados para enviar un mensaje a Troy, que encienda sus alarmas y nos dejen en paz. —Le dijo a Patricia cuando le comunicó su decisión.Ya sabía que ella estaba a cargo, como presidente interina, de la compañía, lo mismo que de las decisiones que había adoptado y confiaba en su criterio para que pudiera mantener el barco a flote ante la adversidad.Cuando llegó a la casa de Akina, lo sorprendi&o
Había amanecido hacía apenas unas horas y, pese a que la hora era inusual, Andrés estaba en la portería de la mansión de los Castiblanco preguntando por Helena. El celador lo dejó pasar sin siquiera revisar su vehículo, como era costumbre, pero esta vez, en su rostro, se dibujó una sonrisa pícara. Al regresar al kiosco de la portería, no pasó por alto comentar lo que su compañero también tenía en mente: la princesita de la isla ya se había conseguido un amante.Andrés estacionó con premura, sin siquiera dejar el carro encuadrado con las líneas del espacio de estacionamiento y subió a la habitación de Helena como si fuera el dueño de la casa.La servidumbre, que en ese momento iniciaba sus labores cotidian
Al salir de la mansión, Andrés no dejaba de temblar y se pasaba la mano por el cuello, todavía enrojecido y con la marca de los dedos de León sobre la piel. Condujo prometiéndole que no volvería a ver a Helena, a la que tomaba por una loca ninfómana que utilizaba el exo para obtener lo que quisiera de los hombres. Ya hasta había convertido en un cornudo pasivo a su prometido, no se imaginaba lo que haría de él cuando estuvieran casados, si era que, después de lo que había pasado, se celebraba esa boda.Mientras recorría la carretera paralela a la playa, se cuestionó sobre cuánto de eso era culpa suya y, rememorando los hechos, se descubrió inocente. Él no había propiciado la seducción, sino al contrario. Fue Helena quien, días antes, lo había seducido para
Cuando recibió el tiquete a la isla, junto con una invitación a una de las fiestas que se llevarían a cabo en uno de los clubes más grandes de la “ciudad oculta”, Martina no podía dar crédito a su suerte, aunque también dudó. Aún con los documentos en su mano, no estaba segura de que fuera real y, si lo anunciaba en su canal de Youtube y redes sociales, se arriesgaba a quedar en ridículo en caso de que todo fuera una mentira.Optó por lo más sencillo, y hasta efectivo: generar hype.Si funcionaba en la industria de los videojuegos, y hasta había conseguido un ingreso millonario para promocionar una fiesta que, al final, nunca se llevó a cabo, ¿por qué no aprovecharlo en su canal?Em
Cuando vio al hombre que lo esperaba en la pista de aterrizaje, Andrés creyó que debía tratarse de una broma de mal gusto. No solo era un sujeto con un traje ordinario, despeinado y con apariencia de no haber tomado un baño en una semana, sino que lo saludó, agitando su mano, como si se conociesen de toda la vida, cuando lo cierto era que se veían por primera vez.Se detuvo frente al extraño sujeto, esperando que, en ese momento, le dijera que todo era una broma, incluida la caída de su criptomoneda. No fue así. El hombre saltó y cayó en el asiento.—Darío Echandía —dijo, extendiendo su mano—. De la constructora Echandía, la empresa a la que le quitaste sus principales proveedores.An
Reunidos en el salón de conferencias de la mansión, Víctor, León, Fabio y su padre, Pedro Castiblanco, esperaban a que terminaran de conectarse los otros ocho hijos, mediante una teleconferencia privada.—He querido que esta reunión la llevemos a cabo sin la presencia de otros miembros del conglomerado —dijo Pedro a sus hijos presentes y aquellos que estaban ya conectados—, porque me temo que las decisiones que hoy tomemos, serán exclusivas, solo conocidas por nosotros y, por tanto, ejecutadas de esa manera.Los rumores eran conocidos por todos los hermanos, pero esperaban su confirmación, que solo la daría el padre.—En un arrebato de emociones, provocado por no sé qué causa —continuó Pedro—,
El pie de Natasha no dejaba de rozar la pantorrilla de Darío, por debajo de la mesa del restaurante al que habían ido a almorzar, y él, como el caballero que era, no iba a negarse a un simple coqueteo de la hermosa dama, mientras explicaba, untando caviar a su pan, la manera en que Andrés Malagón podía recuperar el valor de su criptomoneda en los mercados internacionales.—No tienes más alternativa que hablar con Akina y pedirle clemencia.Esa era la parte que Andrés quería evitar. Su ego se había ido agrandando con los años, en la medida en que tenía éxito en donde otros fracasaban o en los momentos de crisis, cuando otros más le hablaban de abandonar sus esfuerzos.—Pierdes el tiempo y los a&nt