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Todos los capítulos de Troy : Capítulo 51 - Capítulo 60
78 chapters
Sacrifica la torre
El pie de Natasha no dejaba de rozar la pantorrilla de Darío, por debajo de la mesa del restaurante al que habían ido a almorzar, y él, como el caballero que era, no iba a negarse a un simple coqueteo de la hermosa dama, mientras explicaba, untando caviar a su pan, la manera en que Andrés Malagón podía recuperar el valor de su criptomoneda en los mercados internacionales. —No tienes más alternativa que hablar con Akina y pedirle clemencia.Esa era la parte que Andrés quería evitar. Su ego se había ido agrandando con los años, en la medida en que tenía éxito en donde otros fracasaban o en los momentos de crisis, cuando otros más le hablaban de abandonar sus esfuerzos. —Pierdes el tiempo y los a&nt
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La Atlántida sí existe y se los voy a demostrar
Cuando bajó del jet privado, lo primero que pidió fue una tarjeta sim para su celular. Necesitaba empezar a transmitir su llegada a la isla. El piloto del avión se encargó, de manera personal, de conseguirla.—Ten cuidado —advirtió el piloto a Martina cuando le entregó la tarjeta para su celular—. Si ven que estás grabando para un canal de Youtube o Tik Tok, puedes tener problemas. Martina asintió, pero no se explicaba cómo era posible que las autoridades de la isla, cualesquiera que fueran, porque no policía parecía haber, controlaban que las personas no filmaran, tomaran videos, fotos o realizaran cualquier tipo de captura que revelara la existencia de la isla al mundo. —¿Vamos? —preguntó Rosana a la joven, indicándole el vehículo que las estaba esperando— Recuerda, vienes como una amiga mía —dijo mientras caminaban por la pista, en dirección al carro—. Ahora vamos a visitar a mi hermana y, después de que hayamos salido, puedes recorrer la isla a tu antojo.Martina asintió antes d
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La princesa del Caos
Cuando escuchó su celular, Helena no pudo creer que la estuviera llamando el número que apareció en pantalla. —¿Andrés? —preguntó, incluso antes de saludar. No podía ser que quisiera verla de nuevo, sabiendo que León estaba en la isla y que dormiría con ella esa noche. No podía ser tan descarado.—Sí, ¿cómo has estado?—Oye, lo siento, estoy ocupada, hoy no podemos vernos…—No, escúchame, no llamo por eso.—Ah.—¿Puedes salir esta noche a la ciudad? —Acabo de estar allá, ¿qué ocurre?—Hay alguien que quiere verte y hablar contigo. —Andrés, no estoy para esto, ¿quién es?—Tu padrino.Andrés sintió el silencio al otro lado de la línea.—Salgo para allá —dijo Helena después de unos segundos— ¿En dónde nos vemos?Andrés le indicó la dirección. Era un hotel algo modesto, en donde estaba seguro de que no los verían. —Tardará al menos 45 minutos —dijo Andrés a Darío.—¿Vendrá sola? No le dijiste que lo hiciera. Andrés levantó los hombros. —Siempre sale sola.Los dos hombres esperaron
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#liberenamartina
El club desde el que empezó a transmitir Martina albergaba a no menos de tres mil personas, según dijo la Youtuber en el stream que ya contaba con más de un millón de visitantes, y seguía aumentando a cada segundo. —Esto es la locura, chicos y chicas —decía Martina, a gritos, intentando que el celular no se le cayera de los dedos y esquivando golpes a la vez que enfocaba su cara y la multitud que la rodeaba—. Ya ven que todas las personas aquí visten Prada, Versace, Chanel, Gucci, entre otras grandes marcas, o vestidos exclusivos de diseñadores. No les mentí, estoy en la Atlántida, la mítica ciudad en donde todo era perfecto, no existía el hambre, todos eran ricos y las calles estaban hechas con oro ¿O era El Dorado? No importa cómo la quieran llamar, lo cierto es que existe y estoy en
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La torre de la discordia
Cuando Fabiana le avisó quién acababa de llegar, Akina no pudo creerlo y pensó que la joven se había equivocado de persona. Se acercó a la sala con prevención y cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Andrés Malagón, gritó, llamando a Mibu. El inmenso hombre llegó en pocos segundos, decidido a batirse con quien hubiera asustado a su jefa. —Lo siento —dijo Akina cuando vio al gigante con los puños cerrados y acercándose a grandes zancadas—. No reconocí a nuestro visitante, pero ya está todo claro. Sentado frente a Andrés Malagón, estaba Darío y, sentada entre los dos, Fabiana. Mibu no dijo nada, asintió con la cabeza y regresó a lo que fuera que estuviera haciendo. Leer más
Solo cuando me siento “raptada”
Después de regresar a la mansión e instalar a su hermana en una habitación contigua a la suya, Helena se enfrentó a León, que no le hablaba desde que hubiera encontrado a Andrés con su pene insertado en la vagina de su prometida. —Tienes dos alternativas, leoncito —dijo Helena, sentada en la sala de su alcoba con una copa de vino blanco en la mano—. Aceptas que no eres el único con derecho a cornear, o te olvidas de mí y de nuestro compromiso. León se había servido un vaso de Cuba Libre y bebía con indiferencia, apoyado en la barra del minibar.—Son tantas las cosas que no sé de ti —dijo después de lo que a Helena le pareció una eternidad—. ¿Qué más de
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¡Consígueme esa torre!
Como lo hubiera prometido, el secretario privado de Fabricio regresó con información para su jefe, en menos de mediahora.—¿Quieres decir que Darío viajó a la isla para verse con Andrés Malagón? —preguntó Fabricio. —Sí señor. La información de contacto se la debió suministrar Akina, a quien acababa de visitar, antes de su viaje a la isla. —¿Y cómo consiguió entrar a esa fortaleza de arena? —Por la propiedad que tiene su esposa en la isla, señor —contestó el secretario, un hombre que parecía más un guardaespaldas que un oficinista. &mdas
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Prisionera de guerra
La idea de Helena no dejaba de darle vueltas en la cabeza. En la mañana, durante el desayuno, la estuvieron puliendo. Aprovechando que había ido a visitarla su hermana, Helena viajaría con ella con el pretexto de ir a ver a sus padres. No era que necesitara de un permiso para salir de la isla, pero era mejor contar con una coartada creíble. Cuando estuviera de regreso, en casa de sus padres (a los que sí visitaría) contactaría a Mauricio y le haría creer que había regresado.—Entonces le diré que tengo una información que solo puedo darle a Akina. —Había dicho Helena—. Que necesito contactarla. —Y crees que te dará el contacto, ¿así no más? —preguntó León luego de mirar hacia el mar desde el balc&oacut
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Difícil negociación
—Debes estar loco si crees que, después de enterarme de que te has acostado con Fabiana, voy a entregarle mi torre a ese engreído —dijo Akina luego de escuchar la solicitud de Diomedes—. Y agradece que ella haya intervenido por ti, o estaría haciéndome un abrigo con las acciones de tus empresas en este momento.Era de esperarse, pensó Diomedes, que Akina no cedería la torre de manera sencilla, ni siquiera ante la propuesta de devolverle el dinero que ya había consignado a Fabricio y que, superaba en varios miles de millones, el precio de la propiedad.  —Esto no tiene nada que ver con el hecho de que Fabiana haya querido pasar un rato agradable conmigo —dijo Diomedes, sentado frente a una de las mujeres más poderosas del mundo, por no decir que la más, con un
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Princesa de la manipulación
En su intento por propiciar el caos, como le hubiera dicho Darío, Helena solo pensaba en crear confusión y revolver las decisiones a su antojo, pero no llegaba a prever las posibles consecuencias de sus acciones. Cuando León regresó, temprano, después de un día difícil en la sede del conglomerado, Helena tenía preparada una coartada para conseguir los datos de contacto de la poderosa Akina, pero su plan se echó a perder incluso antes de exponerlo a su prometido. —Víctor es ahora el líder indiscutible del grupo empresarial Troy —dijo León luego de servirse un whisky en el minibar de la habitación de su prometida y cuando la vio acercarse a mimarlo para comentarle su plan—. Desde esta mañana, mi papá no es más que un viejo
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