Después de regresar a la mansión e instalar a su hermana en una habitación contigua a la suya, Helena se enfrentó a León, que no le hablaba desde que hubiera encontrado a Andrés con su pene insertado en la vagina de su prometida.
—Tienes dos alternativas, leoncito —dijo Helena, sentada en la sala de su alcoba con una copa de vino blanco en la mano—. Aceptas que no eres el único con derecho a cornear, o te olvidas de mí y de nuestro compromiso.
León se había servido un vaso de Cuba Libre y bebía con indiferencia, apoyado en la barra del minibar.
—Son tantas las cosas que no sé de ti —dijo después de lo que a Helena le pareció una eternidad—. ¿Qué más de
Como lo hubiera prometido, el secretario privado de Fabricio regresó con información para su jefe, en menos de mediahora.—¿Quieres decir que Darío viajó a la isla para verse con Andrés Malagón? —preguntó Fabricio.—Sí señor. La información de contacto se la debió suministrar Akina, a quien acababa de visitar, antes de su viaje a la isla.—¿Y cómo consiguió entrar a esa fortaleza de arena?—Por la propiedad que tiene su esposa en la isla, señor —contestó el secretario, un hombre que parecía más un guardaespaldas que un oficinista.&mdas
La idea de Helena no dejaba de darle vueltas en la cabeza. En la mañana, durante el desayuno, la estuvieron puliendo. Aprovechando que había ido a visitarla su hermana, Helena viajaría con ella con el pretexto de ir a ver a sus padres. No era que necesitara de un permiso para salir de la isla, pero era mejor contar con una coartada creíble. Cuando estuviera de regreso, en casa de sus padres (a los que sí visitaría) contactaría a Mauricio y le haría creer que había regresado.—Entonces le diré que tengo una información que solo puedo darle a Akina. —Había dicho Helena—. Que necesito contactarla.—Y crees que te dará el contacto, ¿así no más? —preguntó León luego de mirar hacia el mar desde el balc&oacut
—Debes estar loco si crees que, después de enterarme de que te has acostado con Fabiana, voy a entregarle mi torre a ese engreído —dijo Akina luego de escuchar la solicitud de Diomedes—. Y agradece que ella haya intervenido por ti, o estaría haciéndome un abrigo con las acciones de tus empresas en este momento.Era de esperarse, pensó Diomedes, que Akina no cedería la torre de manera sencilla, ni siquiera ante la propuesta de devolverle el dinero que ya había consignado a Fabricio y que, superaba en varios miles de millones, el precio de la propiedad.—Esto no tiene nada que ver con el hecho de que Fabiana haya querido pasar un rato agradable conmigo —dijo Diomedes, sentado frente a una de las mujeres más poderosas del mundo, por no decir que la más, con un
En su intento por propiciar el caos, como le hubiera dicho Darío, Helena solo pensaba en crear confusión y revolver las decisiones a su antojo, pero no llegaba a prever las posibles consecuencias de sus acciones.Cuando León regresó, temprano, después de un día difícil en la sede del conglomerado, Helena tenía preparada una coartada para conseguir los datos de contacto de la poderosa Akina, pero su plan se echó a perder incluso antes de exponerlo a su prometido.—Víctor es ahora el líder indiscutible del grupo empresarial Troy —dijo León luego de servirse un whisky en el minibar de la habitación de su prometida y cuando la vio acercarse a mimarlo para comentarle su plan—. Desde esta mañana, mi papá no es más que un viejo
El secretario privado de Fabricio entró al despacho de su jefe para anunciarle, al oído, que la hermana de Helena y la influencer estaban afuera, esperando.—Las atenderé en diez minutos —dijo Fabricio luego de extender sobre la mesa de estar los planos de la torre que había pertenecido a Andrés Malagón—. Como lo prometí —dijo, dirigiéndose a Diomedes—, puedes escoger el apartamento que desees, a excepción del penthouse, que tengo intención de ir a visitar la siguiente semana.Diomedes repasó el extenso dibujo de la propiedad, pero después de dos minutos, se rindió. No entendía ninguno de los complicados trazos.—¿Cuál es el apartamento más
No. No estaba dispuesta a aceptar que Fabricio se quedara con la torre, iba a pedírsela de vuelta.—Pero se lo prometiste a Diomedes —dijo Fabiana—. Yo escuché cuando lo hiciste.—¿Escuchaste? —preguntó Akina— ¿Cómo es eso?—Los oí, estaban en la sala, teniendo sexo —contestó Fabiana— ¿Qué pasa con eso? ¿Desde cuándo te molesta que te vea o escuche cuando follas?—No, no es eso y lo sabes —dijo Akina— Pero sé que hay algo más, algo por lo que estabas escuchando y no era porque te atrajeran mis gemidos.Los ojos de Fabiana emitieron un destello que no pu
Era tarde, en la noche, cuando Fabricio recibió la llamada que había intentado nunca tener que atender. Seguía viviendo en el apartamento de su amante, Sandra Olivares, que, en la última semana, no había dejado de quejarse sobre la “necesidad de espacio” que tenía, un alegato que venía utilizando para negarse a tener sexo con Fabricio y presionarlo a que se buscara otro lugar para vivir.—...y así meter a tus amantes —había dicho el multimillonario en la última discusión cuando, desnudo bajo las mantas y con una erección de más de siete días de abstinencia, Fabricio intentó una incursión entre las piernas de la exreina de belleza y presentadora de un telediario deportivo.—Eso no es cierto, canalla —dijo Sandr
Había un hombre, en la agrupación Missos, que no había conseguido regresar a su hogar desde que hubiera comenzado la guerra empresarial. Siempre que intentaba ir a casa, se cruzaba algún impedimento, un favor, una petición o una nueva solicitud que le impedía tomar ese vuelo que necesitaba para volver. Su último compañero de viaje, ahora amigo y aliado, Andrés Malagón, lo había requerido para que le ayudara con el trámite que le transfirió su torre, primero, a la mujer que lo había hundido y, después, al hombre que había orquestado la guerra por la que perdió una parte considerable de su fortuna.Estos trámites debió llevarlos a cabo en la isla. No eran sencillos, tampoco económicos y mucho menos rápidos, pero cuando parecía que iba a haber una luz