Era tarde, en la noche, cuando Fabricio recibió la llamada que había intentado nunca tener que atender. Seguía viviendo en el apartamento de su amante, Sandra Olivares, que, en la última semana, no había dejado de quejarse sobre la “necesidad de espacio” que tenía, un alegato que venía utilizando para negarse a tener sexo con Fabricio y presionarlo a que se buscara otro lugar para vivir.
—...y así meter a tus amantes —había dicho el multimillonario en la última discusión cuando, desnudo bajo las mantas y con una erección de más de siete días de abstinencia, Fabricio intentó una incursión entre las piernas de la exreina de belleza y presentadora de un telediario deportivo.
—Eso no es cierto, canalla —dijo Sandr
Había un hombre, en la agrupación Missos, que no había conseguido regresar a su hogar desde que hubiera comenzado la guerra empresarial. Siempre que intentaba ir a casa, se cruzaba algún impedimento, un favor, una petición o una nueva solicitud que le impedía tomar ese vuelo que necesitaba para volver. Su último compañero de viaje, ahora amigo y aliado, Andrés Malagón, lo había requerido para que le ayudara con el trámite que le transfirió su torre, primero, a la mujer que lo había hundido y, después, al hombre que había orquestado la guerra por la que perdió una parte considerable de su fortuna.Estos trámites debió llevarlos a cabo en la isla. No eran sencillos, tampoco económicos y mucho menos rápidos, pero cuando parecía que iba a haber una luz
La influencer había confirmado que estaba en posición, trabajando para Fabricio, lo mismo que Rosana. Darío estaba “confinado” en una de las lujosas habitaciones de la mansión, cerca a Helena, su ahijada, y se le permitía moverse con libertad en tanto no solicitara un vehículo que lo llevara al pueblo. También se le dejaba llamar a casa y hablar con quien quisiera; eso sí, eran concesiones con un precio: sin que le hubiera dicho, estaba siendo escuchado.La líder de las amazonas, Ivania Cortázar, por su parte, ya había llegado a un acuerdo con Víctor, en representación del conglomerado empresarial Troy, para unirse a los intereses del grupo empresarial de la isla en la guerra comercial contra Missos y, de acuerdo con los últimos rumores, Akina estaba peleando con Fabricio Menón y se ne
En su nueva situación de “prisionero de guerra”, Darío tuvo oportunidad de visitar a su ahijada con mucha más frecuencia. Cuando no se veían en su habitación, lo hacían jugando al tenis, en alguna de las piscinas, en los turcos o cualquier de los comedores de la mansión, a la hora del almuerzo, del desayuno, la cena o incluso compartiendo una bebida o un helado.—Me temo que Patricia no solo ha debido enfrentarse sola a esta complicada situación —dijo Darío en una de esas múltiples charlas con Helena, mientras disfrutaban de una tarde en la piscina—, sino que también ha tenido que lidiar con el abogado de la empresa que, al parecer, intenta presionarla para que lo lleve a compartir su cama.—Eso es terrible —contestó Helena&m
Muy pocas veces en su vida Darío se había sonrojado por algo; la pregunta de su ahijada, hecha con tanta naturalidad, casi lo sofocó, pese a que el agua de la piscina todavía resbalaba por su piel.—Te darías cuenta si te miento, ¿no? —contestó Darío, con la mirada agachada.—¿Entonces sí lo es? ¿Estás emocionado?—Bueno, sí, pero no es por lo que crees…—Ah no, es que te excitan las plantas, el agua, las camas de sol… ¿o lo que ves sobre esta cama de sol?—Será mejor que pasemos la página, ¿no te parece? Ups, sí, me pillaste, ¿pero y
La reunión fue programada en la oficina de Ivania Cortázar, jefe de la agrupación de mujeres empresarias de la isla, conocidas, de manera coloquial, como Las Amazonas. Allí, Víctor ultimaría los detalles para el ataque masivo que estaba por iniciar contra los intereses empresariales de la agrupación Troy y en el que deseaba una intervención protagónica de sus nuevas aliadas para enviar el mensaje, claro y contundente, de que el conglomerado de la isla seguía fuerte y podía, si se lo proponía, eliminar de raíz a quienes lo desafiaran.Luego de ser anunciado por el secretario que asistía el despacho de Ivania, Víctor entró a la elegante oficina de Ivania y quedó sorprendido al comprobar que, más que un despacho de trabajo, parecía haber entrado al lobby de un hotel de luj
Eran tiempos convulsos, en los que muchas cosas estaban cambiando, y quedaban otras más por cambiar. Víctor jamás habría sido infiel a su esposa, Andrea, si la necesidad no lo estuviera apremiando. Necesitaba no solo de la alianza con las amazonas, sino que estas se desenvolvieran en su mejor capacidad y pusieran a su disposición todas sus habilidades, incluidas las de la “guerra sucia”.Después de reflexionar sobre lo que Ivania le había dicho en el restaurante coreano, Víctor se convenció de que, en realidad, los grandes golpes que habían padecido a manos de Missos y con los que casi quedó comprometida la soberanía de la isla, provinieron de estrategias que nada tenían que ver con el movimiento de acciones, la adquisición de compañías, jugadas en las bolsas o en los principale
Era un apartamento de lujo, como no podía ser menos tratándose del lugar de residencia del vicepresidente jurídico de la compañía. Después de repasar su expediente, una sencilla lectura porque Charlotte conocía cada aspecto de cada uno de los empleados de la empresa, la asistente de la nueva presidente interina se presentó en la residencia del abogado que ahora acosaba, con inusitada insistencia, a su jefa.—Bienvenida, sigue —dijo el hombre que abrió la puerta doble de seguridad que daba acceso a un loft de enormes ventanales, pisos laminados brillantes y la decoración que solo un costoso diseñador de interiores, con un presupuesto millonario, podía conseguir.—Es impresionante —dijo Charlotte al ingresar al área social, mirando hacia
Bajo el peso de sus caderas, las firmes y redondeadas nalgas de Helena se estremecían, subiendo y contrayéndose para recibirlo con más fuerza y más profundo. Ya lo escuchaba jadeando sobre su espalda y sentía que estaba pronto a hacer brotar la carga que había demorado, a la espera de que ella también alcanzara el clímax. Intentó acelerarlo, pero antes de que lo consiguiera sintió la cálida emanación filtrándose por sus contornos, mientras él se abalanzaba encima suyo, con suavidad, para aferrarse a sus senos y masajearlos mientras el placer seguía latente en la punta de su glande.—Lo siento, intenté retenerlo lo más que pude, pero eres tan bella… —dijo a su oído, aún suspirando, el padrino de Helena.&md