El club desde el que empezó a transmitir Martina albergaba a no menos de tres mil personas, según dijo la Youtuber en el stream que ya contaba con más de un millón de visitantes, y seguía aumentando a cada segundo.
—Esto es la locura, chicos y chicas —decía Martina, a gritos, intentando que el celular no se le cayera de los dedos y esquivando golpes a la vez que enfocaba su cara y la multitud que la rodeaba—. Ya ven que todas las personas aquí visten Prada, Versace, Chanel, Gucci, entre otras grandes marcas, o vestidos exclusivos de diseñadores. No les mentí, estoy en la Atlántida, la mítica ciudad en donde todo era perfecto, no existía el hambre, todos eran ricos y las calles estaban hechas con oro ¿O era El Dorado? No importa cómo la quieran llamar, lo cierto es que existe y estoy en
Cuando Fabiana le avisó quién acababa de llegar, Akina no pudo creerlo y pensó que la joven se había equivocado de persona. Se acercó a la sala con prevención y cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Andrés Malagón, gritó, llamando a Mibu. El inmenso hombre llegó en pocos segundos, decidido a batirse con quien hubiera asustado a su jefa.—Lo siento —dijo Akina cuando vio al gigante con los puños cerrados y acercándose a grandes zancadas—. No reconocí a nuestro visitante, pero ya está todo claro.Sentado frente a Andrés Malagón, estaba Darío y, sentada entre los dos, Fabiana. Mibu no dijo nada, asintió con la cabeza y regresó a lo que fuera que estuviera haciendo.
Después de regresar a la mansión e instalar a su hermana en una habitación contigua a la suya, Helena se enfrentó a León, que no le hablaba desde que hubiera encontrado a Andrés con su pene insertado en la vagina de su prometida.—Tienes dos alternativas, leoncito —dijo Helena, sentada en la sala de su alcoba con una copa de vino blanco en la mano—. Aceptas que no eres el único con derecho a cornear, o te olvidas de mí y de nuestro compromiso.León se había servido un vaso de Cuba Libre y bebía con indiferencia, apoyado en la barra del minibar.—Son tantas las cosas que no sé de ti —dijo después de lo que a Helena le pareció una eternidad—. ¿Qué más de
Como lo hubiera prometido, el secretario privado de Fabricio regresó con información para su jefe, en menos de mediahora.—¿Quieres decir que Darío viajó a la isla para verse con Andrés Malagón? —preguntó Fabricio.—Sí señor. La información de contacto se la debió suministrar Akina, a quien acababa de visitar, antes de su viaje a la isla.—¿Y cómo consiguió entrar a esa fortaleza de arena?—Por la propiedad que tiene su esposa en la isla, señor —contestó el secretario, un hombre que parecía más un guardaespaldas que un oficinista.&mdas
La idea de Helena no dejaba de darle vueltas en la cabeza. En la mañana, durante el desayuno, la estuvieron puliendo. Aprovechando que había ido a visitarla su hermana, Helena viajaría con ella con el pretexto de ir a ver a sus padres. No era que necesitara de un permiso para salir de la isla, pero era mejor contar con una coartada creíble. Cuando estuviera de regreso, en casa de sus padres (a los que sí visitaría) contactaría a Mauricio y le haría creer que había regresado.—Entonces le diré que tengo una información que solo puedo darle a Akina. —Había dicho Helena—. Que necesito contactarla.—Y crees que te dará el contacto, ¿así no más? —preguntó León luego de mirar hacia el mar desde el balc&oacut
—Debes estar loco si crees que, después de enterarme de que te has acostado con Fabiana, voy a entregarle mi torre a ese engreído —dijo Akina luego de escuchar la solicitud de Diomedes—. Y agradece que ella haya intervenido por ti, o estaría haciéndome un abrigo con las acciones de tus empresas en este momento.Era de esperarse, pensó Diomedes, que Akina no cedería la torre de manera sencilla, ni siquiera ante la propuesta de devolverle el dinero que ya había consignado a Fabricio y que, superaba en varios miles de millones, el precio de la propiedad.—Esto no tiene nada que ver con el hecho de que Fabiana haya querido pasar un rato agradable conmigo —dijo Diomedes, sentado frente a una de las mujeres más poderosas del mundo, por no decir que la más, con un
En su intento por propiciar el caos, como le hubiera dicho Darío, Helena solo pensaba en crear confusión y revolver las decisiones a su antojo, pero no llegaba a prever las posibles consecuencias de sus acciones.Cuando León regresó, temprano, después de un día difícil en la sede del conglomerado, Helena tenía preparada una coartada para conseguir los datos de contacto de la poderosa Akina, pero su plan se echó a perder incluso antes de exponerlo a su prometido.—Víctor es ahora el líder indiscutible del grupo empresarial Troy —dijo León luego de servirse un whisky en el minibar de la habitación de su prometida y cuando la vio acercarse a mimarlo para comentarle su plan—. Desde esta mañana, mi papá no es más que un viejo
El secretario privado de Fabricio entró al despacho de su jefe para anunciarle, al oído, que la hermana de Helena y la influencer estaban afuera, esperando.—Las atenderé en diez minutos —dijo Fabricio luego de extender sobre la mesa de estar los planos de la torre que había pertenecido a Andrés Malagón—. Como lo prometí —dijo, dirigiéndose a Diomedes—, puedes escoger el apartamento que desees, a excepción del penthouse, que tengo intención de ir a visitar la siguiente semana.Diomedes repasó el extenso dibujo de la propiedad, pero después de dos minutos, se rindió. No entendía ninguno de los complicados trazos.—¿Cuál es el apartamento más
No. No estaba dispuesta a aceptar que Fabricio se quedara con la torre, iba a pedírsela de vuelta.—Pero se lo prometiste a Diomedes —dijo Fabiana—. Yo escuché cuando lo hiciste.—¿Escuchaste? —preguntó Akina— ¿Cómo es eso?—Los oí, estaban en la sala, teniendo sexo —contestó Fabiana— ¿Qué pasa con eso? ¿Desde cuándo te molesta que te vea o escuche cuando follas?—No, no es eso y lo sabes —dijo Akina— Pero sé que hay algo más, algo por lo que estabas escuchando y no era porque te atrajeran mis gemidos.Los ojos de Fabiana emitieron un destello que no pu