ELIZABETH.El regreso a la guarida fue como sumergirme en una pesadilla que había creído dejar atrás. Cada paso que daba por esos pasillos oscuros y lúgubres me recordaba las decisiones que había tomado, los errores que había cometido. Pero esta vez, estaba allí por una razón diferente. No para volver a esa vida, sino para destruirla desde dentro.Héctor, o mejor dicho, el Diablo, me recibió con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Aunque traté de mantener mi postura firme, sentía su mirada escudriñadora, como si intentara descifrar mis verdaderas intenciones.—Nunca pensé que te volvería a ver aquí, Elizabeth —dijo, con esa sonrisa que solía encantarme y ahora solo me causaba repulsión.—Las cosas han cambiado —respondí con la misma frialdad—. No tenía otra opción. Aquí, al menos, sé lo que esperar.El Diablo asintió, su mirada se suavizó por un momento, pero luego recuperó ese brillo calculador.—Bueno, me alegra que hayas venido a tus sentidos. Hay mucho trabajo por hacer, y siemp
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